Woody Allen es un personaje amado y odiado a partes iguales. Casi un cuarto de siglo después del estreno de esta película, y con toda esa ola de puritanismo, corrección y revisionismo histórico, su figura se ha convertido en una de las más polémicas de los últimos años.

Resulta gracioso ver esta película con poco tiempo de margen respecto a la publicación de sus memorias. En ellas, Allen saca a relucir todo su rencor contra ciertas personas con las que tuvo estrecha vinculación años atrás, tratando de poner las cosas en su sitio (siempre desde su subjetivo punto de vista, como es lógico en estos casos). Sin embargo, cuando en 1997 esta película fue estrenada, podríamos entender que Allen trataba de buscar cierta redención ante el público y ante sí mismo. "Desmontando a Harry" no es más que la deconstrucción personal de un Allen que desconocía que años después nada de eso serviría.

Sin embargo, analizar la película con la perspectiva actual tampoco impide verla como un verdadero disfrute. A mí me encantó, no sólo la parte más sinvergüenza del personaje, sino también ese periplo final con personajes pintorescos, acompañando a un personaje en busca de sí mismo. Encontraremos todas las obsesiones de Allen durante el metraje. Nada sorprendente, salvo esa decisión de abrirse ante el público y poner sobre la mesa sus luces y sombras.

Si se es seguidor de Allen, resultará altamente disfrutable (probablemente, entre lo mejor de su filmografía) y si no, pese a ello, estaremos ante un ejercicio de sinceridad loable y, al mismo tiempo, bastante divertido.