La mirada del espectador se introduce en despachos, salas de juntas, misiones confidenciales, chantajes, intimidades familiares, fiestas, etc. El viaje satisface a un amplio grupo de espectadores movidos por la curiosidad y las aficiones del mirón o voyeur. El guión de Lehman presenta una notable fluidez narrativa, un planteamiento claro de los conflictos y una resolución cuidada y eficiente de los mismos. En aras de mantener el interés del espectador demora, tal vez en exceso, la formulación de los temas centrales del film. Por otro lado, el arranque de la historia, con la descripción de las figuras atormentadas de los padres de Alfred, Samuel Eaton (Amos) y Martha (Loy), es posiblemente demasiado desgarrada en relación al momento temprano y aislado que ocupa.

La excelente interpretación de Newman es uno de los principales valores del film. En compañía de Woodward entrega intervenciones llenas de sinceridad y verismo, especialmente destacadas en las escenas en las que Alfred y Mary viven, después de la boda, un amor apasionado y acalorado. Son notables los papeles de Woodward y Balin.

Para Newman el film supone un hito importante. Es el primero que protagoniza como actor independiente, que elige papeles, impone colaboradores, negocia cachés de 200.000 USD por película y deja atrás la dependencia que le mantenía ligado a un gran estudio, la Warner, que le pagaba 25.000 USD por película y mil dólares semanales. Obtiene la libertad mediante rescate de sus obligaciones por el precio de medio millón de dólares. Comienza el rodaje trabajando sólo por las tardes, ya que las mañanas las tiene ocupadas con las representaciones teatrales de “Dulce pájaro de juventud”, de Tennesse Williams, a las órdenes de Elia Kazan. Acababa de nacer la primera hija de su unión con Woodward.

Entre los temas de fondo que aborda el film cabe citar el precio del éxito económico y las limitaciones del mismo en relación a los valores básicos de la vida humana. Denuncia cómo y de qué forma la élite económica tiende a olvidar los valores éticos y a actuar sin miramientos y de modo desaprensivo. Pone en evidencia los criterios con los que la alta sociedad juzga (1959) el divorcio y el adulterio y admite la hipocresía y la doble moral. El film constituye un testimonio de las actitudes y comportamientos sociales predominantes a finales de los 50 en la clase dirigentes de la sociedad americana.

La música, original de Elmer Bernstein, ofrece una partitura orquestal intensa, sonora y extensa (23 cortes). Destaca el tema de amor, que acompaña a los créditos iniciales y a las escenas románticas de los enamorados. Añade fragmentos de canciones y melodías de moda en el momento, como “Serenade in Blue”. La fotografía, de Leo Tover (“La heredera”, Wyler, 1949), desarrolla una narración visual luminosa y colorista, que se acompaña de algunos símbolos de fácil lectura, como la imagen de la escultura romántica “El beso”, de August Rodin.