Emilio Aragón: Artista. Actor. Músico. Tocó todos los palos. Presentador. Cantante. Humorista. Guionista. Actor de televisión. Productor.
Pero quiere más, y como puede… Ataca. ¿Qué le falta por experimentar? Pues ser director de cine.
Toda una hemorragia de satisfacción.
Coge el tío y se disfraza de director de cine. Le vi en la tele. Se deja barba de cuatro días, se viste de Coronel Tapioca y se pone serio a buscar los ángulos idóneos con las cámaras para que vea todo el mundo cómo hace películas cual John Ford. No entiendo cómo al tío no se le ocurrió ponerse un parche en el ojo para encuadrar mejor las tomas. Hubiera sido perfecto. Le faltó ese detalle; alguien debió decírselo. Si hubiera salido con el parche, a los Pájaros de papel la pongo un 10.

Bueno, pues Emilio hace su peliculita.
¿De qué tenía que ir la peliculita para molar más que nadieeee?
De la guerra civil y de la sufrida postguerra. Exacto.
Desde luego, hay que decir que ha acertado en eso. Por fin un director español original. Con nuevos aires. Con nuevas tendencias. Con nuevos argumentos.
Lástima que la película resulte un producto muy flojo.
¿Hay buenas actuaciones? Del montón.
Lo que pasa es que una película no se puede basar en lo de siempre: Guerra y cruel postguerra por un tío que heredó una fortuna amasada en tiempos de Franco por una buena gente que jamás habló de nada de política.
La película tiene una música que más que amansar, apelmaza. Descuidado guión (“Merceditas es ya mayor de edad” lo repiten siete u ocho veces). Y argumento y los lastimosos números no tienen empuje.

Me voy al reservado aunque no desvelo nada, pero por si las moscas.