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Antonio Morales rating:
9
Western. Romance In a dry, parched canyon located in the southwest, a rich rancher battles it out with a poor counterpart for water rights. Yet in fact, neither man has control of the precious liquid. It really belongs to Julie Maragon, and she generously allows them both to use it. But when a cultured Easterner arrives with plans to marry the wealthy rancher's daughter, his presence sparks a fresh round of anger and resentment.
Language of the review:
  • es
August 13, 2014
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El western es el género cinematográfico genuinamente americano, que ha servido en su singladura para documentar la realidad de la evolución de un país, a través de su iconografía y para servir de metáfora de otros aspectos. Esta película intenta ser al mismo tiempo un relato psicológico y un superespectáculo visual, gracias a Franz Planer y su fotografía en Technirama y Technicolor. Reúne por igual una considerable exaltación del medio en el que acontece la trama, con grandes movimientos de cámara que intentan transmitir la idea que subyace en el título del film. Repleto de grúas, panorámicas y grandes planos generales, con amaneceres y crepúsculos de ensueño. Wyler con su maestría habitual, vino a cerrar un círculo importante en su trayectoria, ya que había debutado en el cine mudo, rodando westerns de dos bobinas.

La película está plagada de planos maravillosamente poéticos, sin olvidar una puesta en escena sobria, vigorosa y plena de detalles. Basada en la novela homónima, escrita por Donald Hamilton a partir de su cuento “Emboscada en el Cañón Blanco” y publicada por entregas en 1957 en The Saturday Evening Post con el mismo título del cuento. La historia, en el fondo, es el ocaso de una forma de vida, mediante una confrontación ideológica entre lo nuevo y lo viejo, plantea la arcaica y violenta forma de vida frente nuevos vientos que llegan del este, la vida salvaje frente a la civilización, la cerrazón frente a la lógica.

Mediante unos planos generales de un árido paisaje, al ritmo de una música épica y reconocible de Jerome Morros, con unos sugerentes créditos de Saul Bass, observamos la estela de una diligencia que se acerca a la ciudad, de ella desciende James McKay (Gregory Peck), un capitán de navío retirado, que viaja con su brújula (como símbolo de que conoce su rumbo) desde el Este para casarse con Pat Terrill (Carroll Baker), la hija de un rico ganadero. El choque entre McKay, hombre culto y educado, y los violentos y toscos rancheros es inevitable. Mientras tanto, el padre de Pat y el clan de los Hannassey luchan encarnizadamente por el control del agua para abrevar el ganado. Es el odio recíproco que se profesan ambos patriarcas, el que preside las relaciones sociales en “The big country” (El gran país), naturalmente, todos son prisioneros de ese odio. Un territorio donde la violencia y el orgullo ha enraizado desde la llegada del hombre blanco.

McKay no sólo tendrá que enfrentarse con el capataz Steve Leech (Charlton Heston) un rudo vaquero que “limpia las botas de su amo”, el mayor Terry, sino que incluso su altiva y caprichosa novia se sentirá decepcionada por su comportamiento reacio a la violencia gratuita, que ella entiende como cobardía. Producida por el propio Gregory Peck, cuenta con un grupo de actores excepcionales que todos conocemos y admiramos. Wyler perteneció a una raza de cineastas que sabían transmitir emoción, sin pretensiones intelectuales y pedantes pero que conocían el lenguaje y la narrativa desde la era silente, eran pioneros que conocían su oficio. ¡Un grandioso western!
Antonio Morales
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