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Antonio Morales rating:
10
Western. Drama Little Bill Daggett (Gene Hackman), a sadistic, dictatorial sheriff, enforces gun control on a tiny frontier town, doling out his own brand of due process as he sees fit. When he denies justice to the prostitutes of the town brothel, one of whom has been slashed by a client, the women hire Bill Munny (Eastwood), a reformed gunslinger, to gain vengeance. However, Munny must contend with his new moral code in the face of revisiting the life he left behind. [+]
Language of the review:
  • es
September 9, 2013
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Cuando parecían estar agotadas todas las formulas del western, un hombre llamado Clint Eastwood, actor iconográfico en su juventud, autor de magníficas películas en su madurez, revisita el género aplicando la fórmula que han hecho eternos los films de Ford, Hawks y Mann: el clasicismo. Expresado así, podría pensarse que “Sin perdón” es una película fuera de época, o al menos nostálgica de aquella forma de hacer cine. Nada más equivocado; “Sin perdón” es una película tan actual como cualquiera de sus contemporáneas, pues aunque su planificación y el ritmo de su montaje remiten a una época en la que el cine se veía con menos urgencia, esta forma de narrar historias, cuando el que lo hace tiene suficiente talento para dosificar adecuadamente la información al espectador y es capaz, como Eastwood , de generar en él interés por conocer no sólo el desenlace, sino los detalles narrativos que van a intervenir en el mismo, se convierte en el mejor camino hacia el reconocimiento.

Y es que con esta película, Eastwood obtuvo el reconocimiento de una industria (los Oscars de Hollywood) que se aprovechó durante unos años de su imponente presencia para vender entradas, y que se resistía a considerarle un autor, que es como se le considera en Europa desde “Bird” (1988). El aliento poético de “Sin perdón” no es menos valioso que el logrado por otros maestros del lirismo aplicado al western – Ford, Hawks o Peckinpah -, y además es evidente desde su plano inicial. Ese “conocido ladrón y asesino” cavando una tumba bajo un árbol junto a su casa, recortado por un bello crepúsculo, es la síntesis de un tiempo que se desvanece, de una era de pistolas y anarquía que da paso a la ley y el orden. El plano corta la noche, a la lluvia y a un rostro marcado a cuchillo, un brote de inteligencia narrativa que en un minuto ha puesto todas las cartas sobre la mesa.

La poesía en cine, como en literatura, es cuando la imagen (la palabra) esconde mucho más de lo que enseña. Dar respuesta a lo que enseña y a lo que esconde el film es ver a Eastwood calzando las botas de ese “hombre de carácter notoriamente inmoral y violento” llamado William Munny, que hoy es tan necesario para la mitología del viejo Oeste como lo fueron, Billy The Kid o Wyatt Earp. En esta historia crepuscular, un hombre fracasado y solo desde la muerte de su mujer, ve la posibilidad de sacar sus hijos adelante regresando apenas durante unos días, como en un mal sueño, a la vida de la que tanto le costó salir. En su camino le acompaña también el que fuera entonces su compañero de fechorías, y en el pueblo al que se dirigen, es sheriff un hombre violento y cruel, pero que también pertenecía a aquella forma de vida. Todos los protagonistas principales, interpretados por una maestría poco común por Clint Eastwood, Morgan Freeman, Gene Hackman (que ganó el Oscar) y un breve pero antológico Richard Harris, parecen sacados del fondo de la vitrina del viejo oeste.

En este western la violencia tiene un papel destacado. Su empleo es preciso y contundente, realista y necesario. Sin la violencia, sus personajes no estarían hastiados de su pasado, al que acertadamente se alude sin insistencia, ni albergarían el deseo de terminar cuanto antes el encargo para volver a sus vidas ordinarias. La violencia no sólo es dolorosa para quien la sufre, sino que también dejará huella en quien la perpetra. Aunque han surgido cineastas interesantes en los últimos años, sólo hay un cineasta clásico, un hombre que podría sentarse con Ford y con Hawks a contemplar el atardecer de una forma de hacer cine, y ese hombre es, sin duda, Clint Eastwood.
Antonio Morales
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