Mika tiene un estilo mucho más agitado y ruidoso que su hermano Aki. Ambos se mueven en el ámbito de la comedia negra, y mientras Aki hace de la austeridad, del silencio y del laconismo su carnet de identidad, Mika se decanta por el camino opuesto.
Figurémonos cómo habría abordado Aki el tema de un matrimonio que se desintegra. Los miembros de la pareja casi no hablarían entre ellos mismos y tampoco derrocharían mucha saliva con nadie más, habitarían en una vivienda desvencijada, fumarían como carreteros y beberían como cosacos, y se harían daño recíproco con calma y parsimonia, casi con gentileza, sin desgañitarse, sin gritos, sin lluvias de reproches, sin montar escenas.
Pues Mika hace lo contrario, sus protagonistas Juhani y Tuula están tramitando un divorcio nada amistoso, desean poner en venta su mono chalecito bien equipado y cometen el error de seguir viviendo juntos en él mientras aguardan a un comprador, discuten al grito pelado, se cabrean, se asestan puñaladas hirientes, escupen torrentes de palabras despechadas, se desahogan con sus amigos, se reprochan, montan escenas sonrojantes, se comportan como el perro del hortelano, se acechan y se buscan affaires para restregárselos al otro y que se revuelque de celos. Una pareja sin hijos que se ha estado tirando miles de trastos a la cabeza desde hace tanto tiempo como lleva durando su ausencia de relaciones sexuales, de contacto físico que implique más que los mínimos roces de dos personas que conviven. Sólo tienen treinta y cinco años pero aparentan diez más por lo menos.
Donde hubo fuego, quedan cenizas y brasas, y es patente que la llama de estos dos no se ha apagado porque todo el rato están pendientes de lo que hace el otro y buscan herirse llevando conquistas a casa. La separación se irá convirtiendo en una competición absurda, con la intervención de buenos secundarios, incluida Kati Outinen, una jefa de las mafias de la prostitución, Wolffi, que es el medio hermano de Juhani y el proxeneta de una chica que tiene un papel importante, el mejor amigo de Juhani, la mejor amiga de Tuula, un bohemio que se desplaza en su avioneta, y el padre de Juhani y de Wolffi.
La música es pegadiza y la historia entra en una dinámica delirante, sin perder su propósito de despellejar con acidez las crisis de las parejas cansadas.