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Vivoleyendo rating:
8
Language of the review:
  • es
June 25, 2014
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Qué triste puede ser una sonrisa.
Nadie tiene una sonrisa más triste que Setsuko Hara, la mejor actriz japonesa del siglo veinte.
Hace unos días escuché una de esas frases lapidarias que nunca se olvidan. La felicidad de una madre y de un padre es la misma que la del menos feliz de sus hijos, porque si un hijo o hija sufre los progenitores sufrirán también.
Y es una frase, aunque no la única, que se puede aplicar a esta conmovedora película de Mikio Naruse, uno de los excelsos directores nipones, basada en la novela homónima de Yasunari Kawabata.
La trama explora las conflictivas relaciones de la familia Ogata, cuyo germen parece estar en la inconfesa insatisfacción de Shingo, el patriarca. Perseguido por los recuerdos de la chica de la que estaba enamorado y que murió en plena juventud, Shingo jamás ha amado a su mujer, hermana de su antigua prometida. A pesar de esforzarse en ser un buen marido y padre, no ha podido evitar la carencia de amor y vínculo (éstos son imposibles de simular y sacar de donde no los hay), y esta circunstancia ha repercutido en todos. Empezando por él, que siempre ha sido distante, excepto con su nuera Kikuko, a la que le une un fuerte sentimiento de empatía y tal vez de nostalgia por el amor perdido, que la joven bella, dulce, diligente y sensible probablemente le hace evocar. No se sabe si porque le encuentra parecido con la difunta, o si se debe a que es el tipo de mujer que le atrae y con el que conecta, pero es evidente que el sexagenario Shingo siente por su hija política algo más complejo que simple afecto paternal y que entre ambos fluye una corriente de entendimiento e interdependencia. Se aferran el uno al otro dentro del plano de la rutina corriente, de un respeto reverencial, de la solicitud de la nuera que atiende la casa de los suegros y de la preocupación del patriarca por el bienestar de sus parientes. Tengamos en cuenta que es una narración al estilo oriental; los sentimientos son tan sutiles que apenas se insinúan en un gesto contenido, una mirada, un rictus, en las lacónicas palabras dichas y sobre todo en las no dichas. En una sonrisa que puede ser cualquier cosa menos risueña.
Kikuko es su única alegría cotidiana, mientras el hombre maduro aquejado de los primeros síntomas de una enfermedad que podría ser demencia senil o Alzheimer siente remordimientos por los devaneos extramaritales de su hijo, por el fracaso matrimonial de su hija, por no poder ver belleza alguna en su esposa y por el progresivo deterioro vital de su despreciada nuera.
La grandeza de este argumento y de esta película es reflejar con tanta comedida pero sangrante emotividad la resignación de un hombre vencido a saberse infeliz y haber aprendido a vivir con ello, consciente de que los frutos de su siembra sólo pueden ser amargos, pero aún así recogiéndolos y aceptándolos como son, como él los ha creado, encaminándose hacia su ocaso gris en el que no le quedará más que la añoranza de lo que nunca fue y donde un día se sumirá en el consuelo del olvido eterno.
Vivoleyendo
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