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Vivoleyendo rating:
8
Drama The performance of Shakespeare’s Julius Caesar comes to an end and the performers are rewarded with rapturous applause. The lights go out; the actors leave the stage and return to their cells. They are all inmates of the Roman maximum security prison Rebibbia. One of them comments: ‘Ever since I discovered art this cell has truly become a prison’. Filmmakers Paolo and Vittorio Taviani spent six months following rehearsals for this stage ... [+]
Language of the review:
  • es
February 23, 2014
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El arte obra ese milagro. Nos convierte en inmortales.
Inmortalizó a Julio César al hacerlo morir incontables veces sobre el escenario.
Por su mediación podemos rozar la eternidad, creer mientras dura el sortilegio que nosotros somos todos, que somos el mundo entero, lo que ha sido, lo que es, lo que será.
Así debieron de sentirse aquellos presos que traspasaron los barrotes de sus celdas gracias a Shakespeare, que se ganaron la redención y la libertad de sus espíritus sólo porque percibieron la magia del teatro, dejaron de ser ellos y fueron otros de tiempos lejanos, pero también descubrieron que aquellos hombres eran similares a los de ahora, que sentían las mismas cosas, las mismas dudas, se enfrentaban a iguales dilemas y conflictos.
Shakespeare sigue vivo, Julio César al morir sobre aquellos peldaños vivió para siempre.
Esos convictos que habían traficado, robado, agredido y asesinado, todos notaron el poderoso imán catártico de vivir otras vidas, de meterse en pieles ajenas, salirse de sus propias miserias y transformarse en personas que dirigen imperios y que los abaten, que cambian el curso de la historia, que sufren, aman, traicionan y son traicionados, que tienen en sus manos tantas posibilidades pero hay que elegir y perder, porque al elegir siempre se pierde algo.
A través de esas posibilidades, los reclusos culpables de actos a menudo terribles ganan la oportunidad de volver a elegir, ganan el momento de la inocencia de antes de tomar la decisión, de antes de escoger y perder.
Sí, es un instante único, fugaz, irrepetible.
Quizás eso es lo que ellos desean más que nada: volver a ese instante en el que aún no eran culpables, aún no estaban condenados, aún podían optar por un camino distinto.
Bruto, Julio César, Casio y los demás son esa oportunidad liberadora sobre las tablas.
Por eso, para esos hombres encerrados por sus crímenes, la antigua Roma se mimetiza con su cotidianeidad, Shakespeare se agarra a sus almas mientras alzan el vuelo dentro de los muros, los ensayos no se limitan al escenario del teatro sino que tienen como fondo y decorado las rejas, las paredes de piedra, y la postrera República romana de dos milenios y pico atrás resucita con inmensa fuerza en los labios y en los rostros de unos don nadie que antes no sabían lo que era el arte, que por fin encuentran su propia humanidad al ponerse en el lugar de gentes de toda condición que pasan por sus mismas situaciones, por idénticos tormentos de conciencia.
En el arte, todos somos inmortales.
Vivoleyendo
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