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Vivoleyendo rating:
8
Drama. Romance Kirsanoff's best known work is Ménilmontant (1926), which takes its name from the Paris neighborhood of the same name. The film is a silent, but does not contain any intertitles. It begins with a flurry of quick close-up shots depicting the axe murder of the parents of the protagonists, two girls. As young women, they are portrayed by Nadia Sibirskaïa, Kirsanoff's first wife, and Yolande Beaulieu; their mutual love interest is played by ... [+]
Language of the review:
  • es
January 26, 2010
38 of 39 users found this review helpful
El ruso Dimitri Kirsanoff plasmó en treinta y siete minutos de celuloide una lección magistral de cine, expresionismo y tragedia.
La imagen habla por sí sola con un virtuosismo delirante, rechinante en su capacidad para contagiar impresiones, sensaciones, estados de ánimo, sentimientos y emociones. Los dramas humanos se perfilan con toda su crudeza, en un juego de planos truculentos y muy inquietos que destacan los gestos, la expresión de los rostros y la percepción subjetiva y móvil del entorno. Además, realizan un uso muy hábil de las elipsis, tanto narrativas como visuales. No hay necesidad de ver explícitamente cómo un hacha o una piedra caen sobre un cuerpo, para notar el escalofrío en la espalda. Tampoco necesitamos que el director nos ofrezca la narración mascada y minuciosamente explicada. Lo que no se muestra es una llamada a la imaginación y al sobreentendido, y es tan importante o más que lo que se nos pone delante.
Se nos introduce de golpe y sin preludios en la desgraciada fortuna de dos hermanas de origen rural, que se quedan brutalmente solas, sin nadie que las guíe y las proteja.
Las escenas no precisan de palabras para comunicarse con plena locuacidad. Los recursos visuales son abundantes y cargados de simbolismo. El tremendo comienzo, reflejo de la mezquindad de nuestra esencia; las bucólicas instantáneas de las niñas jugando felices en el campo, pura inocencia al estilo más romántico; el estrés y el ajetreo de París, las multitudes nerviosas, el tráfico en aumento, la mareante variedad de comercios, hoteles, luces, la ciudad agresiva y voraz; imágenes evanescentes, superposiciones y profusión de planos, perspectivas y encuadres en los que cada chispazo de imagen deja una impresión en la retina, despertando ecos de tristeza, crispación y desesperanza.
Unos ojos claros que emplean ese lenguaje especial de las miradas, que pasan de la alegría expansiva de la niñez despreocupada, a la melancolía y el miedo de la adultez precoz y desventurada.
Dos hermanas que, como dos corderitos sin pastor, se encaminan a las redes del depredador que es la gran urbe parisina, y que son tragadas por la vorágine inmisericorde del corazón pétreo de la ciudad, que mira con indiferencia y descuido mientras muchos de sus habitantes, ávidos de carne joven y tierna, engullen a las pobres presas.
El modo de contar esta historia, la manera en que la cámara llora, grita y se deja arrastrar por el paroxismo del temor, la pena, el abandono y la locura, es lo que hace de este mediometraje mudo una obra de sorprendente potencia y lirismo que continúa derramando las lágrimas heladas de una muchacha en esa tarde gélida de invierno, en la que ella creyó ver el final.
Vivoleyendo
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