Una continuación que prácticamente mantiene el mismo nivel que la primera parte.

Es una interesante opción de terror místico con temática apocalíptico-religiosa bien oscura y perversa en sus alternativas.

Un filme intenso y dinámico en su historia, la cual desarrolla variantes sobre brujerías y satanismo, todo en un marco amenazante donde el Apocalipsis del mundo se aproxima con la reencarnación del hijo del Diablo en el cuerpo de Warlock.
Y para tanto mal debe haber una contrapartida similar del lado del bien, por ende tenemos a los representantes de Dios en la tierra: los druidas y sus hijos que son jóvenes guerreros que deben velar por la paz del planeta y combatir el mal.

La cinta sigue casi la misma impronta estética de la primera parte, además tiene mucha mala leche en las intencionalidades del brujo tal como sucediera en la anterior entrega.
Todo ello revestido también con saludables dosis de sensualidad del atractivo elenco femenino que aparece en el reparto (destaco la belleza de Paula Marshall en su coprotagónico) y unos dignos y atrayentes efectos visuales que recrean toda la atmósfera paranormal que hay de fondo en las situaciones de la cinta.

Por poco no se gana el siete que sí se merece la primera parte, quizás porque le haya faltado más elaboración desde el guión y no resultar tan precipitado su desenlace.
Pero sin dudarlo digo que es una película merecedora de un seis, porque tiene buenos ratos de terror con los retorcidos asesinatos perpetrados por el hechicero, porque hay bastante vitalidad en el ritmo narrativo, porque está correctamente ambientada desde los escenarios y desde la factura técnica de acuerdo a lo esperable para un producto clase B, porque Julian Sands inquieta ya con su sola presencia en pantalla con ese personaje frío y despiadado, y porque a grandes rasgos es una alternativa que no defrauda a quienes amamos el terror perverso y macabro de lúgubre estética visual.

Un 6 alto.