Aparecen los créditos finales, la gente aplaude -aplaudimos- y después silencio total: nadie se mueve de la silla, todos se quedan viendo la pantalla escuchando la música de fondo. Mi pareja y yo nos miramos con los ojos llenos de lagrimas sin decir nada. Encienden las luces, salimos en orden y seguimos sin emitir palabras. Yo me siento acongojado, una extraña sensación de tristeza pero también de satisfacción por haber visto una hermosa muestra de cine. Podría escribir una larga reseña de por qué me gustó tanto y por qué me hizo sentir tantas cosas, de por qué es la mejor película que se ha hecho sobre el suceso y una muy segura candidata al Óscar. Pero lo dejó ahí. Hay un montón de buenas críticas en la página.