Basta el primer episodio del retorno para comprender que David Lynch no se arrepiente de nada. La genialidad sigue ahí, también la provocación y ese deseo de entretenerse a sí mismo antes que contar una historia. Qué bien le ha venido siempre el acompañamiento de Mark Frost para crear esta referencia tan metaficcional que es Twin Peaks, una mezcla de deseo y desconocimiento.

Para los fans, si quería café, les dará dos tazas. La temporada es un torbellino de tramas aparentemente inconexas, de muchos sobre-entendidos e instantes que serían, justo es reconocerlo, lo mejor en escenas de terror del año. Repite buena parte del reparto original, confirmando que tras la muerte de Laura Palmer una extraña y malsana nostalgia se incorporó en la pequeña localidad.

La música sigue siendo un acompañamiento excelso. Volveremos a la Habitación Roja y a buscar (en vano) que los ángeles de la guarda puedan cerrar las puertas del mal a la inocencia. Cuando a Lynch y su equipo les da por narrar, lo hacen como los mejores, amparados por un casting exquisito.

La pregunta es si merece la pena esperar tantas décadas para seguir recibiendo bocaditos. Para seguir cuestionándonos acerca de esta artista moderno inclasificable que o se toma muy en serio o muy poco.

¿No lo explico por qué es evidente o estoy haciendo el traje del emperador? El Retorno es otra gran carcajada de todo un maestro, siempre dejándonos con la percepción de que había algo más... y quizás sea algo menos.