Cada vez que me propongo visionar un nuevo título de Clint Eastwood mis expectativas son muy altas, en esta ocasión, como en otras muchas se vieron colmadas, y es que Eastwood es el último director "clásico" que el cine hollywoodiense nos ofrece. Un titán a la altura de pocos, y sucesor de grandísimas figuras clásicas como Welles (ya que como este se atreve a dirigir, producir e interpretar de manera magistral).
Esta película suponía también el retorno de Eastwood delante de las cámaras y para ello se rodeo de un reparto inmejorable. Un perfecto secundario como es Morgan Freeman (que por fin recibe un premio a su interpretación), y una de las mejores, sino la mejor actriz aparecida en los útimos años, una inconmensurable Hillary Swank.
Una historia que comienza como la típica historia de "cenicienta", pero que va más allá y nos hace ver la perseverancia del ser humano, su afán de superación y que nos deja un "poso" de humanidad y fraternidad entre los seres humanos de una forma impresionante, que pocos directores son capaces de transmitir de una manera tan directa.
En fin, que Eastwood a sus ya 74 años demuestra tener cuerda para rato, una cuerda que auna crítica y público y que muchos directores más jovenes ya quisieran tener.