Del mismo modo que una fiesta mayor se remata con un aparatoso castillo de fuegos artificiales, la última película del abuelo Moore como 007 se muestra muy bien hilvanada y dirigida, con una sucesión de momentos álgidos que tienen mucho que ver con el obsesionario habitual en las películas de Bond: Nieve y fuego.

La cantante Grace Jones (la guerrera Zula en "Conan el destructor") está magnífica, ya sea matando con mariposas letales en la Torre Eiffel o rompiendo la espalda del viejo Moore en un polvo del siglo. Pero quien se lleva el gato al agua es el engreido y eximio Christopher Walken encarnando a Max Zorin. Este magnate de la informática, fruto de un experimento de Josef Mengele, que aprecia el buen vino y los caballos de carreras, nos regala los momentos más irónicos de la galería de malvados Bond.

La peli tiene algunos fallos, en muchas escenas de acción, en especial las que transcurren en Francia, se ve claramente que no es Roger Moore, si no su doble. Y es que, ¡Los años no perdonan!!.

Entretenida.