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Jose_Lopez_5 rating:
4
5.6
26,354
Action. Mystery
Robert (Mac) MacDougal has an untarnished reputation as the world's greatest art thief. So when a priceless Rembrandt is stolen in New York, the evidence points to Mac. Insurance investigator Virginia (Gin) Baker persuades her boss, whose company will lose 24 million dollars on the theft, to let her go after the master criminal. The strong-willed and resourceful Gin has a plan to entrap Mac, but he proves even more elusive and crafty ... [+]
Language of the review:
- es
June 18, 2020
1 of 2 users found this review helpful
La aproximación al nuevo milenio (véase spoiler 1) trajo consigo películas oportunistas que, con más o menos descaro, trataron de aprovecharse de esa fecha para hacer caja. "La trampa" no fue, ni de lejos, la que más morro le echó (véase spoiler 2), pero sí otra de las que se envolvió en el simbolismo del momento, en este caso para contar la historia de un gran robo.
Siendo claros, la película es muy regulera, cuando no tirando a mala. No es que estemos ante un desastre, pero ni por asomo es un buen trabajo. De hecho, así, sin comerme mucho la cabeza, veo dos fallos que, como ocurre siempre a toro pasado, saltan a la vista, aunque creo que soy justo cuando afirmo que ya eran cantosos sobre el papel.
El primero es la tensión sexual inverosímil entre Connery y Zeta-Jones, tanto por edad absoluta como por diferencia. El escocés se gastaba 69 años cuando esto se estrenó, y la jamelga de la Catherine unos 30 tacos. Que una mujer de su edad se enchoche de un vejestorio solo le ocurre a Hugh Hefner y, por supuesto, a los millonarios podridos de dinero, a quienes les sobran candidatas dispuestas a hacer lo que les pidan. En la vida real eso, amén de improbable, es estúpido, porque la mujer que haga algo así no estará echándose un marido, sino un viejo con la próstata como un melocotón al que limpiarle el culo en unos pocos años.
No obstante, también es verdad que llueve sobre mojado, ya que el cine gusta de explotar la diferencia de edad entre hombres y mujeres. Unas veces justificándolo con razón (véase spoiler 3) y otras, las más, haciendo gala de una sinvergonzonería machista superlativa, con unos saltos de edad que orillan lo absurdo (véase spoiler 4). Lo ocurrido en esta película entraría a lo burro en la segunda categoría, pues una diferencia de casi 40 años es motivo de descojone o, si lo prefiere, de asesinato de la suspensión de la incredulidad.
A este problema se añade un segundo, que es la falta de química entre los protagonistas. No sé si es fruto de esa diferencia de edad que imposibilita tomarse nada en serio, o bien es cosa de los actores, pero estos pegan tanto como un chorro de nata montada en un plato de habichuelas con chorizo. En cualquier caso, no hay manera de creerse nada de esa improbable relación. Y eso que, por separado, sí que podrían haber funcionado, pues Connery da el pego como ladrón de guante blanco, y Zeta-Jones tiene el carácter suficiente para ser una trabajadora arrogante que se cree el ombligo de su profesión (véase spoiler 5). Pero juntos pinchan.
Asimismo, resultar esa detalle manido de que el personaje de Connery caiga bien, aun cuando no deje de ser un ladrón. Parece ser que su tono culto, sus aires de autoridad y su simpatía pesan más que sus actos. Nada nuevo, sin embargo, en el horizonte, pues enraíza con el hecho de que la sociedad da más importancia a las formas (véase spoiler 6). El personaje interpretado por el escocés es un delincuente, se mire como se mire, pero basta que se coloree a la víctima con algún color incómodo (por ejemplo, ricachón) para que el simplismo de la sociedad juzgue con benevolencia al primero, ya sea tirando del refranero naftalínico o, simplemente, ejercitando su maniqueísmo.
En resumen, una película inverosímil, fantasiosa en sus relaciones, que quizás podría haber funcionado si no se hubiera pretendido hacer lo blanco negro. Connery, eso sí, se come con patatas a la Zeta-Jones allí donde comparten escena. Y ésta parece ensayar en la ficción lo que luego pondría en práctica en la realidad (véase spoiler 7). Sus $212 millones de taquilla mundial frente a su presupuesto de $66 millones demostró, otra vez, que el cine será cultura, pero los espectadores no suelen ser cultos. O, al menos, no muy largos de entendederas.
Siendo claros, la película es muy regulera, cuando no tirando a mala. No es que estemos ante un desastre, pero ni por asomo es un buen trabajo. De hecho, así, sin comerme mucho la cabeza, veo dos fallos que, como ocurre siempre a toro pasado, saltan a la vista, aunque creo que soy justo cuando afirmo que ya eran cantosos sobre el papel.
El primero es la tensión sexual inverosímil entre Connery y Zeta-Jones, tanto por edad absoluta como por diferencia. El escocés se gastaba 69 años cuando esto se estrenó, y la jamelga de la Catherine unos 30 tacos. Que una mujer de su edad se enchoche de un vejestorio solo le ocurre a Hugh Hefner y, por supuesto, a los millonarios podridos de dinero, a quienes les sobran candidatas dispuestas a hacer lo que les pidan. En la vida real eso, amén de improbable, es estúpido, porque la mujer que haga algo así no estará echándose un marido, sino un viejo con la próstata como un melocotón al que limpiarle el culo en unos pocos años.
No obstante, también es verdad que llueve sobre mojado, ya que el cine gusta de explotar la diferencia de edad entre hombres y mujeres. Unas veces justificándolo con razón (véase spoiler 3) y otras, las más, haciendo gala de una sinvergonzonería machista superlativa, con unos saltos de edad que orillan lo absurdo (véase spoiler 4). Lo ocurrido en esta película entraría a lo burro en la segunda categoría, pues una diferencia de casi 40 años es motivo de descojone o, si lo prefiere, de asesinato de la suspensión de la incredulidad.
A este problema se añade un segundo, que es la falta de química entre los protagonistas. No sé si es fruto de esa diferencia de edad que imposibilita tomarse nada en serio, o bien es cosa de los actores, pero estos pegan tanto como un chorro de nata montada en un plato de habichuelas con chorizo. En cualquier caso, no hay manera de creerse nada de esa improbable relación. Y eso que, por separado, sí que podrían haber funcionado, pues Connery da el pego como ladrón de guante blanco, y Zeta-Jones tiene el carácter suficiente para ser una trabajadora arrogante que se cree el ombligo de su profesión (véase spoiler 5). Pero juntos pinchan.
Asimismo, resultar esa detalle manido de que el personaje de Connery caiga bien, aun cuando no deje de ser un ladrón. Parece ser que su tono culto, sus aires de autoridad y su simpatía pesan más que sus actos. Nada nuevo, sin embargo, en el horizonte, pues enraíza con el hecho de que la sociedad da más importancia a las formas (véase spoiler 6). El personaje interpretado por el escocés es un delincuente, se mire como se mire, pero basta que se coloree a la víctima con algún color incómodo (por ejemplo, ricachón) para que el simplismo de la sociedad juzgue con benevolencia al primero, ya sea tirando del refranero naftalínico o, simplemente, ejercitando su maniqueísmo.
En resumen, una película inverosímil, fantasiosa en sus relaciones, que quizás podría haber funcionado si no se hubiera pretendido hacer lo blanco negro. Connery, eso sí, se come con patatas a la Zeta-Jones allí donde comparten escena. Y ésta parece ensayar en la ficción lo que luego pondría en práctica en la realidad (véase spoiler 7). Sus $212 millones de taquilla mundial frente a su presupuesto de $66 millones demostró, otra vez, que el cine será cultura, pero los espectadores no suelen ser cultos. O, al menos, no muy largos de entendederas.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
1) Popularmente ubicada el 1 de enero del 2000. Prueba del paupérrimo nivel de matemáticas de la plebe o de su ignorancia sobre cómo funciona el calendario. Y mire que la prensa lo explicó.
2) Ahí estaba Arnold con esa basura de "El fin de los días" (1999), que bien podría haberse renombrado como "el fin de los días en que Arnold era una estrella".
3) A las neofeministas les revienta que les recuerden que el atractivo físico de las mujeres se diluye mucho antes que el de los hombres, empeñándose en hacer creer al mundo que una mujer de 55 está igual de buena que un hombre de la misma edad. Son tan contados los casos que, sospecho, a ellas mismas les da vergüenza reconocerlo.
4) Botón de muestra gratuito: la alabadísima "Casablanca" (1942) mostraba a un Bogart con 43 tacos y una Bergman de 27. Y encima Bogart con un careto y una voz que tiraban para atrás. Porque, ¿alguien ha escuchado la voz de ese actor? Vaya ganas de tío que tenía el personaje de Ilsa.
5) Doy fe de ello al haberme topado con alguna en la vida.
6) A la mayoría de la gente le importa un pimiento que Jeff Bezos sea un gran hijo de puta que explota a los trabajadores y aniquila el tejido comercial allí dónde se mete. La misma despreocupación ocurre con The Coca-Cola Company y el grupo Pepsico, quienes han atiborrado de azúcar a generaciones enteras sin importarles el daño, lo que las convierte en dos de los mayores criminales de la historia. Y pocos se preocupan porque Zara discrimine a las mujeres gordas cuando contrata costureras. Luego basta una donación, un comentario gracioso en las redes sociales o algún gesto increíblemente bobalicón de cara a la platea para que el populacho haga palmas con las orejas. El mismo que, todo sea dicho, nunca se preocupó mucho por el azúcar y las grasas que ingería, o por la conocida mala leche de los grandes del sector. Porque la ruindad de unos contrasta con la vagueza de otros. Y no me venga con zarandajas, que a ambos nos importó un pimiento todo esto cuando nos compramos, por ejemplo, nuestros móviles.
7) A fecha de 2020, su marido, Michael Douglas, tiene 75, y Zeta-Jones 50. Ella sabrá lo que le estará sacando.
2) Ahí estaba Arnold con esa basura de "El fin de los días" (1999), que bien podría haberse renombrado como "el fin de los días en que Arnold era una estrella".
3) A las neofeministas les revienta que les recuerden que el atractivo físico de las mujeres se diluye mucho antes que el de los hombres, empeñándose en hacer creer al mundo que una mujer de 55 está igual de buena que un hombre de la misma edad. Son tan contados los casos que, sospecho, a ellas mismas les da vergüenza reconocerlo.
4) Botón de muestra gratuito: la alabadísima "Casablanca" (1942) mostraba a un Bogart con 43 tacos y una Bergman de 27. Y encima Bogart con un careto y una voz que tiraban para atrás. Porque, ¿alguien ha escuchado la voz de ese actor? Vaya ganas de tío que tenía el personaje de Ilsa.
5) Doy fe de ello al haberme topado con alguna en la vida.
6) A la mayoría de la gente le importa un pimiento que Jeff Bezos sea un gran hijo de puta que explota a los trabajadores y aniquila el tejido comercial allí dónde se mete. La misma despreocupación ocurre con The Coca-Cola Company y el grupo Pepsico, quienes han atiborrado de azúcar a generaciones enteras sin importarles el daño, lo que las convierte en dos de los mayores criminales de la historia. Y pocos se preocupan porque Zara discrimine a las mujeres gordas cuando contrata costureras. Luego basta una donación, un comentario gracioso en las redes sociales o algún gesto increíblemente bobalicón de cara a la platea para que el populacho haga palmas con las orejas. El mismo que, todo sea dicho, nunca se preocupó mucho por el azúcar y las grasas que ingería, o por la conocida mala leche de los grandes del sector. Porque la ruindad de unos contrasta con la vagueza de otros. Y no me venga con zarandajas, que a ambos nos importó un pimiento todo esto cuando nos compramos, por ejemplo, nuestros móviles.
7) A fecha de 2020, su marido, Michael Douglas, tiene 75, y Zeta-Jones 50. Ella sabrá lo que le estará sacando.