A veces, parece difícil de creer, pero tras la imagen de seguridad proyectada por un individuo, ya maduro y con un considerable intelecto, esto es, inteligencia más alla del puro intelectualismo barato y dotado además de un humor sanamente maduro e irónico, en definitiva, un tío que bien podría ser un espejo donde mirarse, resulta que es un ser lleno de miedo, miedoso de aceptar la vulneravilidad que conlleva el entregarse al otro, la posibilidad de llegar a sentir por alguien ajeno al propio yo un placer que trascienda lo meramente físico. Tras la fachada más rocosa y segura se nos muestra que todos tenemos nuestros demonios, y que es mejor que aceptemos que tendremos que convivir con ellos porque si intentamos levantar un escudo acabaremos por ser unos vacuos infelices y haremos infeliz a todo aquel por quien corramos el "peligro" de sentir.
La película habla de sentimientos, nada novedoso claro, si es que lo novedoso siempre reside en la mirada personal de aquel que nos transmite su visión, y ésta vez, la Coixet se ha limpiado los cristales de sus gafas a conciencia para ofrecernos un espléndido retrato de los sentimientos humanos, sin existencialismos baratos ni trascendencias de medio pelo, sólo sentimientos, eso sí, a flor de piel.
P.D: Mira que no me va para nada la Penélope, pero está claro que cuando alguien te sabe dirigir se nota.