Entre los innumerables títulos que pueblan el prolífico género del thriller, hay algunos que de vez en cuando sobresalen por su originalidad o por su planteamiento especial. "Freeze Frame" sería un buen ejemplo de ese grupo.

John Simpson dirige una historia de poderosa ambientación, con fuertes claroscuros y contrastes de luces y sombras, que dan mucha fuerza a una gran interpretación de Lee Evans: un sospechoso de asesinato obsesionado con grabarse las 24 horas del día, con el fin de disponer de coartadas que le eximan de cualquier probable implicación en otros asesinatos. Su obsesión paranoide lo lleva a cambiarse la imagen, en un intento de despersonalizarse, mientras vive en una especie de búnker rodeado de cámaras que lo graban en todas las situaciones (comiendo, durmiendo, haciendo sus necesidades...). Cuando se ve en la necesidad de utilizar su enorme archivo de grabaciones para demostrar su inocencia en otro asesinato, se dará cuenta de que su obsesivo sistema no es tan infalible como él pensaba...

El gran acierto del filme es su ambientación: tétrica, paranoide, sucia y deprimente. Va acorde con la personalidad de Sean Veil (Evans), un individuo obsesivo hasta lo enfermizo, con lo que juega Simpson para intentar confundir al espectador mezclando la realidad con las visiones paranoicas de Sean. Sin embargo, a pesar de rozar la locura, Sean es una persona inteligente, incisiva y muy previsora, cualidades que lo ayudarán a seguir adelante en su cruzada contra su presunta inocencia.

Lee Evans es un cómico reconocido en Gran Bretaña. Esta cinta le supone un cambio de registro radical, con lo que ha demostrado unas buenas dotes de interpretación.

Muy recomendable.