No hay trabajo, no hay esperanza. Así comienza el despertar de nuestro terrible burgués, encarnado por Chaplin, que tras un repentino despido de su acomodado empleo bancario se mete a asesino de señoras de parné y visón. Todo el cinismo y la audacia que esconde ese bigotín se torna gris desgarro bajo la óptica de lecturas como Schopenhauer, catástrofes bursátiles o cataclismos políticos que servirán de tramoya para la caída al más puro y descarnado abismo que supone la certidumbre de la nada. Un Sócrates escéptico, un exégeta de la melancolía y el desengaño, así nos deleita una vez más Charles Chaplin: Con una obra maestra.