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Drama. Fantasy
It's New Year's Eve. Three drunkards evoke a legend. The legend tells that the last person to die in a year, if he is a great sinner, will have to drive during the whole year the Phantom Chariot, the one that picks up the souls of the dead... David Holm, one of the three drunkards, dies at the last stroke of midnight...
Language of the review:
- es
April 15, 2013
34 of 38 users found this review helpful
Misticismo. Epifanía.
Cine en estado puro.
Antes de que Bergman presentara a su hombre-condón como la muerte en ‘El séptimo sello’.
Antes de que Jack Torrance aplicara el filo de su hacha sobre la puerta del baño del hotel Overlook.
Antes de que ‘Ciudadano Kane’ pasara a la historia del séptimo arte como el coloso narrativo de los flashbacks impagables.
Antes que todo eso, Victor Sjöström: ‘Körkarlen’.
Así podría dar comienzo una crítica altiva y pomposa de ‘La carreta fantasma’ (no sin razón). En su lugar, he preferido una especie de crónica sobre cómo yo viví esta película anoche.
[SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ]
… A decir verdad, me esperaba un trabajo notable del que ir paladeando detalles, pero sin ánimo de empatizar, sin ánimo de estrechar distancias emocionales. En muchas películas de cine mudo pasa que el alejamiento cultural entre el espectador de las primeras décadas del siglo XX y nosotros -los sujetos posmodernos-, de tan inmenso, no nos permite conectar con el cine de por entonces, tan acostumbrado a emplear motivos argumentales muy básicos, cuando no patrióticos, propagandísticos o explícitamente ideológicos.
… Comienza la película (Importante: la versión que yo tuve la suerte de ver fue la restaurada y reeditada, mejorando por mucho la calidad de la imagen y permitiendo apreciar infinidad de detalles que de lo contrario se perderían, sustituyendo el blanco y negro puro por varias capas de color (fundamentalmente sepia y azul) e incorporando una 'banda sonora' atmosférica mediante la que la película comunica mucho más). Las primeras escenas me resultan elegantes, y agradezco la parsimonia con la que se van sucediendo los hechos (muy distinta del ritmo frenético a que algunas producciones célebres de cine mudo nos tienen acostumbrados). Los planos de los borrachos, absolutamente excepcionales, introducen el cromatismo azulado y fantasmal que esta versión aplica a los exteriores frente al sepia de los interiores.
Cine en estado puro.
Antes de que Bergman presentara a su hombre-condón como la muerte en ‘El séptimo sello’.
Antes de que Jack Torrance aplicara el filo de su hacha sobre la puerta del baño del hotel Overlook.
Antes de que ‘Ciudadano Kane’ pasara a la historia del séptimo arte como el coloso narrativo de los flashbacks impagables.
Antes que todo eso, Victor Sjöström: ‘Körkarlen’.
Así podría dar comienzo una crítica altiva y pomposa de ‘La carreta fantasma’ (no sin razón). En su lugar, he preferido una especie de crónica sobre cómo yo viví esta película anoche.
[SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ]
… A decir verdad, me esperaba un trabajo notable del que ir paladeando detalles, pero sin ánimo de empatizar, sin ánimo de estrechar distancias emocionales. En muchas películas de cine mudo pasa que el alejamiento cultural entre el espectador de las primeras décadas del siglo XX y nosotros -los sujetos posmodernos-, de tan inmenso, no nos permite conectar con el cine de por entonces, tan acostumbrado a emplear motivos argumentales muy básicos, cuando no patrióticos, propagandísticos o explícitamente ideológicos.
… Comienza la película (Importante: la versión que yo tuve la suerte de ver fue la restaurada y reeditada, mejorando por mucho la calidad de la imagen y permitiendo apreciar infinidad de detalles que de lo contrario se perderían, sustituyendo el blanco y negro puro por varias capas de color (fundamentalmente sepia y azul) e incorporando una 'banda sonora' atmosférica mediante la que la película comunica mucho más). Las primeras escenas me resultan elegantes, y agradezco la parsimonia con la que se van sucediendo los hechos (muy distinta del ritmo frenético a que algunas producciones célebres de cine mudo nos tienen acostumbrados). Los planos de los borrachos, absolutamente excepcionales, introducen el cromatismo azulado y fantasmal que esta versión aplica a los exteriores frente al sepia de los interiores.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
… Empieza entonces la epopeya de flashbacks: uno de los borrachos recuerda la anécdota de aquel compañero en las horas previas a año nuevo; a su vez y ya dentro del flashback, el compañero misterioso se comporta de manera anómala y relata a los tres borrachos la historia de una carreta, del hombre que la lleva y de su tarea maldita. Asistimos a unas escenas entre escalofriantes y conmovedoras que inauguran ese efecto visual por el que, sobreimprimiendo imágenes, se obtienen verdaderos espectros. Sjöström empleará este recurso a lo largo de la película, solamente este recurso, demostrando al cine posterior que no hacía falta ejecutar faraónicos artificios fotográficos y de decorado (‘Fausto’, de Murnau, un caso paradigmático) para conseguir un efecto impresionante. Poco pero bien usado, he ahí el lema.
… Sjöström se va sirviendo de una superposición de los tiempos narrativos (del presente y de momentos fragmentados de muchos pasados) para asaltar la complejidad y la enorme profundidad psicológica de los tres personajes centrales. Son precisamente estas dos facetas de la película (personajes frondosos en su psique e hipercomplejidad narrativa que, no obstante, después de ser trasladada al guión, resulta absolutamente inteligible para el espectador) las que convierten ‘La carreta fantasma’ en una proeza cinematográfica.
… La película avanza, y la emoción me puede. Con frecuencia, los pelos se me ponen de punta, y no puedo evitar una expresión angustiosa en mi rostro, testigo de los hechos terribles que Sjöström retrata. Habrá tiempo para las lágrimas, y al día siguiente pensaré sobre cuánto de sempiterno tiene un film que, 92 años después, sigue portando semejante potencial para despertar los sentimientos más primarios. El mensaje cristiano (que no deja de suscitar hostilidades entre aquellos que olvidan que los más grandes de la cultura occidental (Bach, Dostoievski, etc.) trazaron monumentos para la posteridad a partir de premisas cristianas) es puesto a prueba por Sjöström, tensado hasta el punto de resquebrajarse, buscando así que el triunfo final exhiba mayor fuerza. Bondad, maldad, error, generosidad, fe, voluntad… Temas persistentes; todos ellos apoyados por el mito de la carreta y del segador de almas.
… La entrada de la mujer de Holm supone un quiebro argumental de primer orden y proporcionará en los minutos siguientes una fuente de intensidad y dramatismo capaz de poner los sentimientos a flor de piel, proyectando a Sjöström como un titán a la hora de hilar los hechos a través de unos intertítulos que dicen todo lo que tienen que decir, que no son muchos ni pocos, sino los necesarios. En esta película es todo tan perfecto y encaja tan bien que uno tarda en dar crédito al año de filmación. Esa relación fecha-producto cinematográfico firma la sentencia de que estamos ante una de las mejores películas de la historia del cine, no solo por su capacidad para conmover casi un siglo después, sino por todo lo que aporta a la cinematografía en términos de innovación, de construir narrativamente algo único antes que todos. Eisenstein es montaje, Sjöström es argumento.
… Una vez se obra el ‘milagro’, ‘La carreta fantasma’ toca a su fin. Entonces soy incapaz de levantarme. No sé qué hacer. Siento la necesidad de escribir algo pero también siento que el punto final más digno después de una experiencia así es no hacer nada. Cualquier actividad normal, como ir al baño o a la cocina, me resulta demasiado mundana, demasiado impropia. Opto por irme a dormir.
… Sjöström se va sirviendo de una superposición de los tiempos narrativos (del presente y de momentos fragmentados de muchos pasados) para asaltar la complejidad y la enorme profundidad psicológica de los tres personajes centrales. Son precisamente estas dos facetas de la película (personajes frondosos en su psique e hipercomplejidad narrativa que, no obstante, después de ser trasladada al guión, resulta absolutamente inteligible para el espectador) las que convierten ‘La carreta fantasma’ en una proeza cinematográfica.
… La película avanza, y la emoción me puede. Con frecuencia, los pelos se me ponen de punta, y no puedo evitar una expresión angustiosa en mi rostro, testigo de los hechos terribles que Sjöström retrata. Habrá tiempo para las lágrimas, y al día siguiente pensaré sobre cuánto de sempiterno tiene un film que, 92 años después, sigue portando semejante potencial para despertar los sentimientos más primarios. El mensaje cristiano (que no deja de suscitar hostilidades entre aquellos que olvidan que los más grandes de la cultura occidental (Bach, Dostoievski, etc.) trazaron monumentos para la posteridad a partir de premisas cristianas) es puesto a prueba por Sjöström, tensado hasta el punto de resquebrajarse, buscando así que el triunfo final exhiba mayor fuerza. Bondad, maldad, error, generosidad, fe, voluntad… Temas persistentes; todos ellos apoyados por el mito de la carreta y del segador de almas.
… La entrada de la mujer de Holm supone un quiebro argumental de primer orden y proporcionará en los minutos siguientes una fuente de intensidad y dramatismo capaz de poner los sentimientos a flor de piel, proyectando a Sjöström como un titán a la hora de hilar los hechos a través de unos intertítulos que dicen todo lo que tienen que decir, que no son muchos ni pocos, sino los necesarios. En esta película es todo tan perfecto y encaja tan bien que uno tarda en dar crédito al año de filmación. Esa relación fecha-producto cinematográfico firma la sentencia de que estamos ante una de las mejores películas de la historia del cine, no solo por su capacidad para conmover casi un siglo después, sino por todo lo que aporta a la cinematografía en términos de innovación, de construir narrativamente algo único antes que todos. Eisenstein es montaje, Sjöström es argumento.
… Una vez se obra el ‘milagro’, ‘La carreta fantasma’ toca a su fin. Entonces soy incapaz de levantarme. No sé qué hacer. Siento la necesidad de escribir algo pero también siento que el punto final más digno después de una experiencia así es no hacer nada. Cualquier actividad normal, como ir al baño o a la cocina, me resulta demasiado mundana, demasiado impropia. Opto por irme a dormir.