"Remake" americano de la incontestable obra maestra y clásico del cine negro de Tay Garnett, adaptación de la inmortal y cinefílica obra de James M. Cain.
Si Garnett hacía un ejercicio de estilo magistral, creando una atmósfera de fatalidad soberbia con un destino sellado a fuego en la frente de sus protagonistas, Rafelson incide en el aspecto pasional y sexual de la historia, una vez salvada la censura: así, esta versión es magistralmente erótica (solo por la antológica secuencia de la cocina vale la pena el film), notablemente sensual (tremenda Jessica Lange), compensada y clásica (el guión de mi admirado Mamet tiene mucho que ver en ello), resulta un "remake" aseado, loable y meritorio dado el modelo a seguir la pista, nada menos que una cima de la Historia del Cine.
Resulta clave, eso sí, el apasionante argumento fruto del talento de Cain, con unos personajes inolvidables atados a la pasión, al deseo, la lujuria, y derrotados por un destino nada compasivo con dos almas teñidas de sangre inocente por su irracional y visceral comportamiento.