Pocas veces me he visto en la situación de encontrar cintas de difícil acceso, algunas han sido complicadas, soporíferas, pero, Aleksey German probablemente haya ganado el premio mayor con esta suerte de realismo de la época medieval. He de aceptar que tengo muy poca noción de cómo se sobrellevaban aquellos tiempos respecto a la salubridad, la limpieza y demás. Gracias al señor Aleksey esto ha quedado un poco más dilucidado. Viéndolo desde este punto puede que el cometido se haya conseguido y que, de hecho, este yo contento por el resultado de la cinta, el problema es que la cinta parece más bien hecha para ser proyectada en un museo de arte y no en una sala de cine. Vaya que tiene un trasfondo filosófico, ¿realmente somos muy diferentes a aquellos tiempos? O será más bien que únicamente hemos hecho los problemas del ser humano un tanto más “estéticos”. Me parece, si acaso logré comprender al director, que, trata de decirnos que el mundo sigue estando literalmente en la mierda, más literal que nunca, que bajo el contexto en el que nos hallamos quizá ser dios no sea tan fácil, qué pensará un ser con muchas más actitudes culturales y con un desarrollo intelectual superior sobre como abandonamos gente a su suerte, dejamos que mueran de hambre, como nos sumimos en guerras interminables, como destruimos el planeta y sus recursos. En un primer vistazo puede que uno piense que no somos como nuestros protagonistas, pero un vistazo más detallado puede hallarnos como mera metáfora. Si en dado caso interpreté de manera correcta al señor Aleksey me alegro, ha logrado su cometido en cierto grado. Pero ¿realmente era necesario hacerlo de la manera que lo hizo? Bueno, alguien dirá y ¿quién soy yo para ponerlo en tela de juicio? Remitámonos a los hechos, la cinta dura 3 horas en un interminable plano secuencia que no adiciona mucho al contenido de la obra, más bien pareciera que se encuentra perdido el cámara tanto como nosotros. El mensaje si es que lo he captado bien, habré tardado en entenderlo 40 minutos como máximo, pero después de eso parece que el director más bien tenía intención de entrar en un circulo muy angosto, parece que su pretensión no era impresionarme a mi o al público, sino quedar en la historia, que se hablara de él por su exhaustiva obra, por lo complicado de su contenido, por lo artístico de su propuesta, de ser así, lo ha logrado, parece que la crítica en general ha amado su cinta. Yo, un simple mortal amante de las cintas en mis días libres más bien le achaco haberme hecho sufrir tanto tiempo, cuestión de perspectivas.

Andrea Arnold es una directora comprometida con dar una voz a las historias que suceden dentro de esa parte de la sociedad que a la mayoría no le interesa, todos quieren ver dilemas de gente adinerada, de personajes poderosos, pudientes. Son pocos los directores actualmente que busquen sensibilizar sobre las clases más bajas, más necesitadas, casi siempre minimizadas y olvidadas. En este caso Arnold plantea una realidad que pocas veces vemos, una parte de la sociedad más joven, aquella que no hace fila para comprarse el nuevo modelo de IPhone, que no pasa su tiempo de ocio jugando al play station sigue existiendo y está en problemas. Para ello nos muestra un grupo de jóvenes que viajan de ciudad en ciudad, de estado en estado vendiendo suscripciones de revistas que nadie quiere comprar para poder sobrevivir, para seguir viviendo lejos de aquellos hogares que representan situaciones aún más precarias que las actuales. Los protagonistas abrazan este nuevo tipo de vida, lo viven, lo sienten, es difícil y uno como espectador alcanza a percibir que su forma de vida es inevitable, algunos de ellos huyen de abusos, de la pobreza, de las drogas. Es esto lo que Arnold quiere plantear, aunque muchos parecen no haberlo entendido así, la cinta se alarga, pero es para seguir agregando elementos a lo que se la directora quiere transmitir. Star, la protagonista, representa la inocencia dentro de este congestionado mundo, ilusamente cree que encontrará el amor, que juntará suficiente dinero y será feliz, estas cosas no suceden, el ciclo sin terminar que la directora realiza intenta transmitir ello, nos está diciendo, aunque pasen 10 horas de metraje, seguirán estando donde están, porque la realidad es esa, no habrá un final feliz, muchas veces la vida es eso, la prolongación de penas y tristezas, impotencia ante la nula oportunidad de cambiar las cosas.

Ten thousand saints es una cinta sobre la delgada línea entre la libertad y el libertinaje y las consecuencias que estas acarrean en una etapa tan significante como la adolescencia. Se nos presentan personajes interesantes con conflictos que rebasan su capacidad de asimilación y reacción y especialmente resalta el individualismo del ser humano como herramienta de crecimiento, de hecho, esto último es bastante claro en todo el argumento, y termina por serlo aún más cuando entra en contexto el niño que esta por venir. Es al mismo tiempo una crítica hacía el uso de las drogas y una mirada a los guetos de Nueva York y la intención del gobierno de acabar con ellos. Incluso a la cinta le da tiempo a pararse y dejar un par de cuestionamientos sobre la religión. El problema de la cinta yace en el hecho de intentar abarcar muchas cosas sin profundizar en ninguna de ellas, sin embargo, lo hace de manera tan correcta que sus defectos le son perdonados, gran parte del mérito es del reparto que, en general, realizan un buen trabajo, mención especial a Ethan Hawke

Cuando la realidad supera la ficción es normal un shock, un sentimiento surreal. Lamentablemente en la mayoría de los casos, la frase se aplica a malas noticias. En este caso tenemos la recreación de una de las etapas más oscuras de la humanidad, pero desde una perspectiva escasamente explorada. El ejercito japonés, al igual que el nazi, tenían una unidad para experimentar con seres humanos. El director decide abordar el tema con sincera crueldad, sin apelar a los efectos especiales, nos da una probada del infierno que muchas personas vivieron a lo largo de diez años, nos muestra el adoctrinamiento del que eran parte muchos niños soldados. La película puede ser tachada de innecesaria, de utilizar de mala manera la cinematografía, pero creo que el fin justifica los medios, la película es efectiva al momento de grabarse en la mente del espectador, de recordarle que lo más cruel que existe en el mundo es la propia humanidad. Es sin duda un trabajo difícil de abordar pero que resulta efectivo en su propuesta.

Randy “The Ram” Robinson es un luchador profesional venido a menos que tras años de desgaste parece alcanzar el límite de sus fuerzas. Aranofsky nos presenta acá la decadencia no solo del personaje sino del ser humano y sus ansias por recordar y revivir aquel pasado que siempre es mejor que el presente. Para ello hace uso de una interpretación magistral por parte de Mickey Rourke quien encarna a la perfección a Randy y te hace partícipe de su miseria. Tras una brutal pelea este cae casi muerto y despierta días después en un hospital solo para enterarse que no puede continuar con su modo de vida, pero ¿qué más se puede hacer cuando solo sabes hacer una cosa?
Randy intenta cambiar su modo de vida y tratar de arreglar los errores del pasado, para ello cuenta con el apoyo (a medias) de Cassidy, una streaper que al igual que él, parece venida a menos después de años de “gloria”. La decadencia de The Ram nos la presenta Aranofsky como un sentimiento de nostalgia y la razón por la que el relato funciona es porque no está narrada a modo de melodrama, por el contrario, la historia se percibe humana y real, cercana y palpable. El intento de Randy por encajar en un empleo que no le gusta y arreglar su relación con su hija es una forma de decir que las personas no pueden cambiar su naturaleza, pues, éste al final fracasa en su intento por cambiar las cosas. Aunque pueda parecer pesimista la visión del director, queda en el aire la cuestión de qué tan capaces somos de cambiar el rumbo de las cosas, más aún después de décadas de vivir en ellas.
Aranofsky nos presenta también un relato interesantísimo de la lucha libre en general, nos adentra en la preparación de los luchadores antes de entrar al cuadrilátero y nos deja ver que como cualquier artista viven para su público, acaso por mero narcicismo o acaso por autentica entrega.
El luchador es un relato humano de la caída de una estrella, que puede interpretarse como el encuentro de toda persona con una realidad que a veces nos cuesta ver y que rehuimos.