Película retrato de la crisis actual desde un punto de vista diferente, más concretamente desde el punto de vista de Toni Nievas y de nadie más. Personajes que muestran todos los estereotipos del paro, que no entenderán aquellos que tienen empleo y que no les parecerán graciosos a los desempleados, pero es bueno reírse de uno mismo.

• Berto Romero haciendo apología de la indigencia y de la vida en la calle.

• La que aun mantiene su trabajo que huye de los parado como si esto fuera contagioso.

• Los personajes que se aferran a lo que aun hacían, bien el escritor o bien el actor, que creen seguir siendo ellos mismos cuando ya no son nadie.

• El que busca todas las respuesta en ese mundo chill que se aleja de lo material, pero no por decisión propia, sino por obligación de las circunstancias y por seguimiento de las modas más falsas.

• El empleado trepa que no ve la crisis porque no le afecta directamente, pero en verdad es el responsable de los despidos de sus compañeros.

Si no comprendes el humor de Toni Nievas, quizá sea porque como dijo de él Buenafuente, es un autor adelantado a su tiempo, al menos está 2 horas por delante del resto.

Una primera parte en la que dos personajes solitarios recorren un paisaje como sacado de un cuadro de Edward Hopper a través de las calles de Madrid da paso a una segunda parte en la que todo cambia: la luminosidad blanca del día lleva a un cambio radical en la pareja sin una posible vuelta atrás.

Diálogos ágiles, demasiado creíbles. Imágenes que mezclan influencias de Haneke o de Mike Leigh por ese cambio repentino que produce en el espectador un impacto que no esperas.

Una sorpresa en el cine español, con temas, como ocurre con el caso de “La herida” un tanto desesperanzados de personajes extremos en los que lo importante es el argumento y la forma en que se llevan a cabo desprendiéndose de todo artificio.

Un pueblo en el que transcurre el día a día con la normalidad de su punto de vista y en el que cada personaje es elegido democráticamente, desde el alcalde, al cura, la puta o el tonto del pueblo.

Chus Lampreabe con hijo natural negro y de acento cubano, aunque del pueblo de toda la vida, del que tiene miedo su hermano borrachín y con frenillo.

Borracho cornudo consentidor que se teletransporta y se desdobla en dos para contentar a su mujer.

Guardia civil con hijo sonámbulo y que no se quita el uniforme para no perder su poder.

Campos de cultivo donde crecen hombres entre las hortalizas y donde aparece una calabaza que es adorada como un mismo dios.

Niños que le nacen a la mujer del médico tras un periodo de gestación de 10 minutos.

Taberna donde se oye como hilo musical árias de ópera cantadas en directo mientras la guardia civil se dedica a no dejar salir a los borrachines del pueblo hasta que hayan bebido lo suficiente.

Cura pintiparado, defensor del libre albedrío y del uno y el trino.

Profesor subversivo que da la lección con canciones de góspel y soul delante de alumnos vestidos con trajes regionales.

Estudiantes guiris y cansinos que se dedican a rematar las conversaciones de los lugareños.

Escritor argentino que sin darse cuenta en sus relatos plagia a Faulkner o Nabokov.

Prostituta invitada por el alcalde que habla con acento andaluz, porque tiene más gracia, aunque ella es del mismo Santander.

Enrique San Francisco que se ha quedado sin personaje y trata de cambiárselo a quien pasa por delante hasta que lo logra con el suicida de mala suerte; una suerte que cambia justo cuando le toca a él el personaje.

Todo esto bajo la mirada del forastero Antonio Resines que acaba de llegar con su padre en moto después de tomarse un año sabático como ingeniero en Oklahoma descubriendo que el desorden que hay en sus gentes se repite en el mismo sol que unas veces sale por un sitio y otros días por el contrario mientras que el cabo Sazatornil le persigue disparándole para devolverle al redil.

Ver “Ayer no termina nunca” de ISABEL COIXET y anticiparse a la historia al reconocer el edificio de Enric Miralles en el que transcurre; edificio que aparece como un personaje más.

Historia triste la de Candela y Javier; su historia personal que se centra en una pérdida no superada y triste la historia que describe en la España del 2017: un gran número de profesionales que han huido a otros países alejándose de la precariedad, mientras que los que se mantienen en España tienen por labor “barrer la mierda” según palabras de la propia Candela.

Diálogos sinceros y creibles en los que evoluciona el trato entre los dos protagonistas: van de un rechazo inicial a un acercamiento por ambas partes en distintos momentos de la historia que por distintos motivos, bien porque no se ha superado el daño, bien porque la otra parte quiere pasar a otro capítulo de su historia va fluctuando.

La verdad que encierra este reencuentro no es lo que parece inicialmente: Candela se cree algo que no es cierto y se lo hace creer a Javier para que vuelvan a coincidir aunque desde el principio lo rechaza y Javier lleva esperando todos estos 5 años un motivo que le haga volver.

Abuelo borde, drogadicto malhablado que es el único que se atreve a llamar las cosas por su nombre.
Padre que esconde su inseguridad tras una máscara en la que quiere obligar a todos los demás a hacer lo que él no se atreve.
Madre que intenta tirar de toda la familia cuando sabe que solo van hacia el fracaso.
Tío suicida, gay, que aparece como nuevo elemento familiar y que ve todo lo que ocurre con los ojos del nuevo espectador.
Hermano voluntariamente mudo que dice odiar a su familia y a todo el mundo aunque en el fondo es el único que se preocupa verdaderamente por los demás.
Y la hermana que con la excusa de su ilusión por participar en un estúpido concurso de belleza desencadena toda la historia; una de las mejores historias contadas a comienzos de siglo XXI, que mezcla comedia y drama todo ello para hacernos ver que lo importante es cumplir la ilusión que tengamos independientemente de las reglas predeterminadas.