Película impactante cuya trama entretiene y no deja indiferente, a la vez que hace reflexionar, con un final bastante emocionante... A todo esto hay que unir que el director consigue a lo largo de la película describir una relación entre el protagonista, Brubaker (Robert Redford) y Richard “Dickie” Coombes (personaje que encarna el magnífico actor Yaphet Kotto), que evoluciona de forma muy interesante, como sólo sabe hacerlo el cine con mayúsculas.

Respecto al final, después de que se ha contado con acierto tamaña historia, el preso Richard “Dickie” Coombes se dirige al director de prisiones que ha sido fulminantemente destituido (Brubaker), y pronuncia las 2 últimas palabras de la película, acompañadas de una sonrisa... Esa escena final quedará en el recuerdo del amante del cine...

En mi opinión es la mejor interpretación de Robert Redford y es buenísima la de Yaphet Kotto y también la de Jane Alexander (impecable en el papel de Lillian Gray).

Obra maestra de Bertrand Tavernier que gira en torno a una escuela infantil, por el tratamiento que el director hace de la dura y cruda realidad a la que se enfrentan los distintos personajes, y por la forma sutil en la que consigue transmitir el mensaje, a un espectador que, casi sin darse cuenta, termina empapado de frescura y humanidad...

La genialidad de la película radica en que, pese a presentar una cruda realidad, llena de obstáculos y dificultades, rebosa delicadeza y desprende un enorme respeto hacia el trabajo del profesorado (sin idealizarlo) y hacia los padres de los peques, de clase humilde.

Una película con muchas lecturas, pues deberían verla tanto los padres de los alumnos antes de emitir opiniones sobre el profesorado, como los responsables del sistema educativo (que como muestra la película son muchas veces obstáculos en el camino), pasando por todos aquéllos profesionales de la enseñanza que piensan que sus problemas cotidianos son insalvables...