Cómo una película con una trama aparentemente menor, en la que no pasa prácticamente nada, es capaz de transmitir sensaciones, miradas e incomprensiones que se quedan en la retina y en la cabeza del espectador dando vueltas varios días después de haberla visto. La película crece por dentro de cada uno, sobre todo después de haber concluido. Choque de trenes, uno manso, otro altivo, que sorprende y deja un calado agridulce y profundo. Gran película, demostración de que lo accesorio realmente lo es, y de que no hay necesidad de estridencias, efectos ni vuelcos en el guión para firmar una gran obra, en la que en un único trazo se desnudan dos conceptos del amor y dos almas divergentes.

Realmente se hace difícil comprender cómo una película tan tremendamente floja, tanto desde el punto de vista del continente como del contenido, ha podido llegar a perpetrarse y estrenarse por buena parte del mundo. Se supone que pretende tener gracia, pero cuesta abrir la boca salvo que sea para bostezar. No se entiende ni el objeto ni el divertimento. De lo peor que he visto en muchos meses, diría que en muchos años, sin ninguna duda. Se aceptan películas malas pero divertidas (reconozcámoslo, incluso a veces apetecen gamberradas aderezadas con buenos chistes y pocos complejas), pero ésta tiene sólo lo de mala y carece del ingenio o chispa necesaria para no parecer, como parece, algo absurdo e incomprensible.