Esta es mi primera crítica al ver una película tan excesivamente sobrevalorada.

Un traficante de drogas que ante un pacto en el que identificando a quien le proporcionó la droga lo dejarían salir, no se le ocurre nada más que intentar huir cuando está bajo la custodia de un empleado de su embajada americana. Es el mismo compatriota de la embajada quien lo detiene bajo amenaza de muerte, apuntándole a quemarropa con un revólver en la misma cabeza.

La condena que recibe en primera instancia es bastante suave, lo dejan pasar por posesión en vez de por traficante y sólo le caen poco más de cuatro años cuando en la misma película a otro le han caído siete años por 100 g, él traficaba con 2.000 g. En España le habrían caído más años por el mismo delito.

La cárcel turca no es nada especial, claro que comparada con las prisiones españolas de 5* parece casi mala. Eso sí, la disciplina se mantiene y no tratan a los delincuentes con miramientos, pero sólo cuando no cumplen las normas.

Una película que no expresa el mensaje que la mayoría parece interpretar. Un país corrupto, pero sin alcanzar los niveles de Españistán. Me esperaba una película dura.

Los americanos parecen expertos en el maniqueísmo inverso, hacer películas donde los buenos parecen malos y los malos, buenos.

Cabe decir que los policías fronterizos parecen tontos para descubrir delincuentes y sólo le encuentran la droga de pura casualidad. Habrá que leer el libro.

Realizada al estilo de los pseudo documentales de National Geographic sin estar a la altura, no es buena ni como una cosa ni como la otra.

Comienza con un encuentro, plagado de errores, entre los nómadas y los sedentarios, donde dos grupos humanos totalmente diferentes, de costumbres totalmente desconocidas entre sí, se entienden en un mismo idioma, la tuerta sin dentadura muestra una dentadura envidiable, los nómadas son los buenos pese a que parasitan y roban a los malvados sedentarios que no se quieren dejar robar, el ofrecimiento de un intercambio es mostrado como una grave felonía....