La encontré en una lista de cine erótico, y leída la sinopsis y vista la procedencia, Japón, me picó la curiosidad. Joven que cae obsesionado con su vecina y comienza a respirar su aliento a través de una fina pared... y poco más. Pero no es erótica, puede que lo sea en Japón, pero aquí... los pezoncitos de Nadiuska eran eróticos. Esta película, definitivamente, no. Ya ves, idea poco original y un par de tetas no hacen de una película una obra de arte. Pero me ha gustado. No me aburrí un solo minuto. Es muy difícil distinguir lo rudimentario de lo sencillo en cine. En muchas ocasiones nos parece básico lo que verdaderamente está dotado de talento y convertido en idea expuesta con atino y sencillez. Man, woman and the Wall tiene un poquito de los dos, pero ante todo admiré su sencillez y concreción. Desde el primer minuto entra en faena, sin paños calientes. No hay prólogos innecesarios para presentar a los personajes antes de mostrar el nudo. Aquí nudo y personajes van cogidos de la mano. Es una comedia sensual y entretenida. Así de claro. Incluso me atrevería a decir que el desenlace final va de la mano de lo grotesco y lo poético. Me encantó. En VOS, por supuesto.
Lo que me lleva a hacer la siguiente reflexión: imaginemos ese mismo guión nacido de la mente creadora de un españolito, un productor de los de vamos a crear una peliculita de un par de semanas en cartelera, hacemos cajita y todo eso, con los caretos del Millán de 7 vidas y las tetas de alguna de estas chicas que se hacen sitio en una serie de alumnos y profesores... y ¡ZAS! ya lo tenemos, Millán y sus excesos, haciendo, como siempre, de sí mismo, y un par de buenas tetas rubias o morenas (que para el caso)... hacemos caja y a por la siguiente chorrada filmable.
Y claro, otra reflexión más jodida: ¿quién no tiene un lado voyeur y ha escudriñado a la vecina a través de la mirilla de la puerta? ¿Quién no se ha masturbado imaginando esa misma vecina? ¿Cómo? ¿Tú no?
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Sublime. Buenísima. Es un ejemplo clarísimo de cómo la sencillez puede transmitir y emocionar a patadas, cómo la escasez de recursos puede superarse a golpe de talento. A los 30 minutos ya sentía una punzada en el estómago; a la hora un nudo en la garganta; y en los créditos finales una desazón de las que me hacen gozar como un niño: estaba triste, pero satisfecho. Y llegó la convicción: ¿Felicidad? Claro. ¡La concha de tu madre!
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Qué buena. Qué buena. Qué soberbios todos, qué grande Argentina. Los diálogos y el reparto parecen en ocasiones caminar por el oscuro territorio de la irrealidad, y sin embargo transmiten veracidad a espuertas. Me pegaron el culo al sofá y me abrieron los ojos de par en par. Pero siempre tranquilo, sin sobresaltos, sin irritarme. Así da gusto.
La chica, tan mona ella, Moro Anghileri, resulta ser un prometedor bicho precoz: tv, cine y teatro; escribe, interpreta, dirige. Con 25 años ya tenía un cv que daba susto. Me acojona, con esa belleza tan serena. Emprendedora y talentosa. Y eso que en Buena vida no me convencía mucho. Ya me ha ganado. Le seguiré el rastro.

Película de bajo presupuesto que se llevó premio a su fotografía en una edición Sundance. Parece fallida, pero a mí no me lo parece. El arranque es verdaderamente soberbio. Y su desarrollo, que lógicamente había de perder intensidad, nos coloca en un dilema moral de envergadura, de esos que escuecen y nos recuerdan lo que somos, animales socialmente domesticados. Cuando hay que elegir entre los principios y nuestra propia supervivencia, la cosa no está nada clara. El paraíso moral se nos viene abajo y el instinto nos hace fuertes. Me gustan las historias que me colocan en esta tesitura. Imagina que tu mujer o pareja se va al centro a trabajar, como cada mañana. Poco después escuchas las explosiones. Desconcierto. El centro arde y tú desesperado arrancas el coche. No puedes llegar hasta ella, la policía bloquea las entradas. Angustia. Tu mujer está dentro. Algo cambia, la radio advierte que las explosiones llevaban agentes químicos letales. Dirty bombs. Hay que regresar a casa y sellarla para evitar la entrada de agentes contaminantes. Lo haces. Lloras aterrado. Has perdido a tu mujer. Todo se derrumba en tu interior, sólo puedes esperar. Pero... ahí está, tu mujer, contaminada, con el sello de la muerte segura en el rostro, infectada hasta las orejas, gritando, abre la puerta, abre la puta puerta. Y claro... ¿la abres? Ya te digo, dilema de envergadura. Mi mujer lo tiene claro, dado el caso, que me den mucho por culo.
Aunque las circunstancias, esa pareja protagonista y una puerta de plástico entre ambos, invitan al feedback discursivo, sacar los trapos sucios de su relación y desgajar las miserias del pasado (lo que lo convertiría en un estrenos tv puro y duro), se agradece que no sea así y sólo caigan en contadísimas ocasiones en ese infierno, esa mierda americana que tantas veces nos hemos tragado. Aun siendo una película con pocos personajes, no es especialmente dialogada y no crea esa opresión teatral de otras que te angustian desde el principio sabiendo que eso es lo que hay: dos tipos hablando sin freno, y lo que nuestra imaginación quiera construir a partir de sus palabras. Algo muy arriesgado, por cierto.

We didn't decide anything. It was instinct. It was just instinct, man.
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Originalísima trama para una película-con-cocinero nada habitual. Lejos del glamour y el "chic" culinario tan frecuentes en el cine, la película muestra la peripecia vital de un chef a medio camino entre la ternura y la patología (la propia historia es ingenua y despiadada por igual) genialmente interpretado por vete tú a saber qué actor brasileño conocido en su casa a la hora de comer (como todo el reparto) y que hace tragar el anzuelo de principio a fin. La realización ajustada al máximo al submundo que retrata (deseas con toda tu alma no recalar jamás en una cárcel de aquellas) y unos actores creíbles como se espera de una producción de estas características. Dinero bien gastado, que no están las cosas para ir tirándolo.

Es una ecuación perfecta: a dinero bien gastado (productores), tiempo dignamente empleado (espectadores). Qué fantástico el reparto; premio a la naturalidad; me convenció hasta el gato. Qué colección de analepsis y prolepsis sabia y sutilmente engarzadas; qué pechuga y qué trasero de la doña. Esta peli lo tiene todo. Qué placer. Como a ti, me gustan esos personajes que pueden ser buenos y malos a la vez, como todos nosotros, como tú y yo. A veces, el cine, la literatura, el arte en general, tiende a categorizar y reducir a un solo perfil la complejidad del hombre. Y tenemos mucho, la mayor parte oculto, latente, esperando el chispazo para salir a la luz del mundo.
De verdad, no había visto una película con tantos olores y sabores desde... hhmmm... ratatouille.
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Producción iraní que uno tiene que "empeñarse" en ver... ¿Por qué? Pues porque tenemos los sentidos (más que nada, la vista) tan acostumbrados al cine occidental que en cuanto empieza esta increíble cinta, no entiendes con qué demonios la han rodado. Más parece un documental realizado con una cámara de vídeo que una película al uso. Esta circunstancia, patente desde el primer segundo, te puede incitar a abandonarla desde ese mismo instante (algo que está totalmente desaconsejado). Si logras sobreponerte de la "impresión", entonces podrás asistir a una película de una inteligencia absoluta.
Es un "a-b-c" en muchísimas cosas. Es una película que todos deberían ver; que te obliga a abrir los ojos, a comprender, a compadecerte, a enojarte (muuucho), e incluso a reírte, pero sobre todo a echar mano de aquello que es común a todos los habitantes de este mundo nuestro y que, a la postre, acaba por igualarnos. Es una llamada a la esencia de lo que somos, sin más.
Ese dramático juego infantil nos va sirviendo las claves de todo aquello que, por más que sabido, no puede dejarnos indiferentes y, sin embargo, no deja de constituir una realidad a la que accedemos por una pequeñísima ventana.
Es muy nuestro el estremecernos cada cierto tiempo y hacer como que entendemos lo que pasa. No nos queda otra. Pero ver una película como esta te obliga a un tipo de reflexión que es lo que justifica el cine (o el arte en general) en determinados momentos.
Los niños-guerreros de 'Buda explotó por vergüenza' son el grupo de actores más convincente que yo recuerde y los que, con diferencia, más me han dado que pensar en los últimos tiempos. La niña, sin palabras.
Esta especie de cuento para adultos puede resultar poco elaborado y lejos de la complejidad conscientemente elegida por otros cineastas para arrastrarnos a sus dominios, pero ciertas cosas han de ser contadas así. Yo, lo agradecí.
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