Empezando por el innegable parecido más que razonable de Charlie Sheen con Gordon Freeman, el mudo protagonista de casi la totalidad de la saga de culto Half Life.

A falta de la mítica barra de uña o de la escopeta, no falta una sección de la película en la que Charlie se cuela en unas instalaciones alienígenas con sus gafas de empollón y un traje naranja. Todo lo que ha durado esa escena, ha sido con una sonrisa en mi cara, como si fuera un deja vu.

También ayuda a conectar juego y película el hecho de que buena parte de ambas se desarrolla en uno de los dos Méxicos (el nuevo en el juego y el a secas en la película).

Y por supuesto, el engaño al que está sometida la población, en la que son poco o nada conscientes de que están siendo dirigidos irremisiblemente hacia su aniquilación, mediante la conquista sistemática de su civilización.