Entiendo que no sea fácil comprender el trabajo de Malick y sobre todo el de los últimos tiempos; Malick se desmarca de tanto cine vulgar, sin fondo ni forma, que nos quieren vender hoy.
Este director es un verdadero poeta que nos regala con sus películas versos en forma de maravillosas imágenes; y claro está, se ha de tener ese particular gusto o quizás amor por la poesía para entender su obra y amarla.
La utilización de planos, y el juego que hace del tiempo y sus pausas, la voz en off tan característica de su obra, el profundo decir de sus guiones; lo convierten en un artista único en esto del cine que, aunque arte es, parece haber sido por algunos olvidado con tal de llenar salas con mediocridades.

El cine además de sofisticado e intelectual puede ser sencillo y cercano.
Esta película me huele a pan de pueblo; la historia, los personajes, las casas, la plaza, Cinema Paradiso son reconocibles y te llenan de una inmensa nostalgia y de sensaciones maravillosamente positivas.
El final de la película es uno de los mejores que he podido ver y aunque de alguna forma es previsible; termino con lágrimas en los ojos. Siempre me viene a la mente la misma pregunta: ¿Adónde van los besos que no se dan? Y en este caso nos llegan en forma de grandioso regalo.
Tornatore nos cuenta la vida de un pueblo y sus gentes alrededor del cine como medio de entretenimiento y de relaciones sociales; cómo catalizador de cambios, se podría decir; que el cine es la ventana por donde un pequeño pueblo italiano ve el mundo exterior; pero sobre todo nos habla de valores: amistad, empeño, sacrificio, complicidad, dignidad, ilusión,… y amor.