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Críticas de Andrés Pachón
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
Vals con Bashir
Israel2008
7,5
23.447
Animación
9
13 de enero de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "Vals con Bashir" la animación se convierte en el último estadio formal del documental, diluyendo así las fronteras entre géneros. La epidermis de la película es una carta de declaraciones en la que el director parece decirnos que la ficción es el único medio posible; ya no tiene sentido hablar de documental. Ari Folman encuentra en el método del dibujo la manera de llevar lo más lejos posible su deseo de ficción que emerge del documental.
El mismo director será el protagonista principal del filme. Ari cumplió el servicio militar en el ejército israelí durante 1982, estuvo presente en la matanza palestina de Sabra y Chatila, pero no recuerda nada. “…aquello no se almacenó en mi sistema”, al referirse a su memoria mediante estos términos deshumanizados, el director parece hablarnos de la capacidad que tiene el sistema (político) para eliminar aquello que se ha de olvidar.
De esto trata el filme, de un viaje hacia la memoria de aquel que quiso olvidar. De un intento por ordenar la realidad, de una reconstrucción que toma todo su sentido mediante el dibujo, pues otorga al registro un lugar esencial que nos recuerda lo ficcional del proceso.
Para recobrar la memoria Ari comienza un viaje que le lleva a recopilar testimonios de colegas, periodistas y testigos de la tragedia. Mediante una serie de dibujos oníricos nos adentramos en las pesadillas de los protagonistas, sus fantasías, sueños recurrentes… Imágenes subjetivas sobre hechos concretos que nos ayudan a conformar una visión de lo que allí pudo suceder. Por otra parte, estos flashbacks también contienen algunas de las peores escenas del metraje; se trata de secuencias que nos remiten al imaginario bélico del cine (música, metáforas evidentes y efectistas, explosiones), fragmentos que denotan cierto conformismo pactado, cuyo único interés es el tratamiento de la animación, lo cual hace que deseemos olvidar para poder seguir creyendo en la eficacia de la relación dibujo-memoria.
Hacia el final del filme el director parece señalar el olvido, su propio olvido, como defensa ante el sentimiento de culpabilidad. No elude responsabilidades, considerando cómplices de la matanza a todos los implicados, que vivieron el suceso desde el comienzo en el olvido, mirando hacia otro lado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andrés Pachón
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9
12 de enero de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"The Prestige" es una película demasiado simple, demasiado buena, no podemos asimilarla en un primer golpe de vista. Como dijo un Edwar Norton con problemas de identidad a los espectadores que veíamos "El club de la lucha", refiriéndose a un enorme y suntuoso pene: no saben lo que han visto, pero lo han visto. Los hermanos Nolan con su eficaz montaje narrativo y auodiovisual consiguen que no sepamos que hemos visto un ensayo sobre el cine y sus espectadores, pero lo hemos visto.
A lo largo de la presentación nos muestran algo en apariencia ordinario, nos exponen una línea narrativa que vamos armando según avanzan los minutos, pero lo interesante surge entre las diversas líneas de la narración, signos que enfrentan al espectador con su propia mirada al espacio diegético del film (cabe destacar ese maravilloso espectador-niño incapaz de ser engañado, o las intervenciones del ingeniero Cutter (Michael Cain)). Desde la narrativa explícita se apela, mediante frases que te hacen dudar si se habla de magia o de la magia del cine, por un espectador que se piense a sí mismo.
El director quiere que estés atento, para que percibas el truco que sustenta la película. Pero esto no basta, el espectador, como bien sabía Hitchcock en su ventana indiscreta, necesita algo más (si James Stewart seguía mirando por la ventana es porque sabía que algo extra-ordinario iba a suceder, de lo contrario sería una decepción). En el caso de "La ventana indiscreta" Hitchcock usa lo que podríamos denominar una estructura moebiana de narración, recorremos una única superficie sin cortes que unifica conceptualmente dos capas. Primero visionamos un lado de la cinta, donde se nos presenta un personaje obsesionado con que suceda algo ante su ventana. Tras la desilusión de éste al no haber crimen pasamos a la otra cara de la cinta, donde nos encontramos inmersos en cómo desenmascarar al asesino, sin preguntarnos ya si hay o no asesino. En esta segunda parte Jeff (James Stewart) es capaz de convencer y arrastrar con él a sus ayudantes féminas (convencer a los espectadores) que sí hay crimen. Hitchcock plantea un ensayo sobre la figura del espectador que se encuentra representado por el inválido Jeff, al cual acompañamos hasta el final, pues él, al igual que nosotros, necesita un crimen, aunque esta demanda no sea ética como dice el propio Jeff .
En "The Prestige" no nos basta con saber el truco (desenlace), el espectador quiere que le engañen, que le muestren algo extra-ordinario, pues la explicación de lo acontecido es demasiado fácil. Llegado a este punto se nos ofrece una vía escapatoria: seguir al mago Robert Angier (Hugh Jackman) en nuestro afán de querer saber más. Angier es la figura que quiere significar un espectador, ese espectador que no quiso aceptar la simpleza del truco que estuvo ante sus narices…
La película se sacrifica a sí misma en favor del ensayo, al igual que el mago Alfred Borden (Christian Bale) se sacrifica para poder desarrollar su truco.
Andrés Pachón
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