La serie podría haber sido buena, valiosa e interesante, si no fuera por la extrema egolatría de su creador. Así, los diálogos remanidos, organizados para glorificar a su creador, los personajes maniqueos y creados por el Bob Pop de 5 años, una dirección de actores pésima (no se explica cómo Candela Peña está tan pero tan mal) convierten esta serie en un producto fallido.

Si eres mujer, te toca enseñar los pechos en las escenas de sexo. A ellos, en cambio, se les protege al punto del ridículo: quién puede creerse una escena de sexo en la que 4hombres gays se revuelcan en calzoncillos? Por otro lado, hoy lo trans invade todo. Una comedia de amor gay termina siendo un desfile de rarxs en el que ellos/ellas tienen clara preeminencia sobre ellas/ellos. Dentro de unos años la veremos y pensaremos: qué mal ha envejecido.

Hay un primer problema: los chistes de Tangalanga reflejan una época y hoy en día han envejecido mal. Las cosas que provocaban risa ya no causan la misma gracia. Dudo que a gente de menos de 40 le divierta. Segundo problema: los chistes originales, los que yo escuché en los ´90 en cassette, no están. En su lugar han escrito otros, mucho menos divertidos. Tercer problema: repiten una y otra vez el mismo insulto, cuando Tangalanga tenía un diccionario amplçisimo de puteadas. Cuarto problema: las chicas hablan de una manera que no tiene nada que ver con cómo se hablaba en los 70 o antes. Ese tonito nasal y engolado de hoy en día demuestra que el director no se tomó el trabajo de escuchar grabaciones de la época. Quinto problema: tal vez la peor actuación de Machin, buen actor que aquí está sobreactuado al máximo y maquillado de manera que la cara le queda amarilla. Se salva el protagonista. Una película con un guión y argumento flojísimo.

No está del todo mal, excepto porque es demasiado didáctica y nos explica una y otra vez lo obvio, sin avanzar ni profundizar en la trama. La novia de la prota parece que no tiene vida propia ni familia ni siquiera habla en la boda. Es una planta decorativa. Lo que más me llama la atención es que, llegados a este punto del siglo XXI, el mensaje no escrito es que puedes ser heterosexual o gay, da igual, lo imprescindible es que seas delgado/a. Si no, la pantalla no tiene espacio para ti.

Receta: actriz joven y muy, muy delgada. Actor algo más mayor, no necesariamente en forma. Ninguno de los dos necesita ser buen actor: con hacer de sí mismos, les vale, porque son un soporte para la voz de Allen, verdadero y pedante protagonista. Detalles super cutres (¿a quién se le ocurre poner un piano con la caja acústica en dirección contraria al público? No, no puede ser un guiño, es demasiado cutre). Una idea algo creativa seguramente obra de un equipo de gente que trabaja para Allen. Un guion muy flojo, muy casposo, que parece de 1980. Pobre Allen: en esto ha quedado su irreverencia y su comicidad de los '70.