No es una peli que genera emociones intensas, pero va despertando gradualmente interés, ternura, risa y ese modo reflexivo en el que te mantiene. Te vas identificando con los personajes mientras los diálogos te transportan a esos problemas comunes de las relaciones de pareja: los defectos que conoces desde los primeros días pero decides ignorar endulzados por el idilio del enamoramiento; la pasión que decae con el paso del tiempo convirtiendo el sexo en un deber; los miedos e inseguridades que te hacen necesitar la opinión de los amigos corroborando una buena elección; esas rarezas de cada individuo que se vuelven un reto para la tolerancia del otro. Te lo cuenta con frescura, espontaneidad, sin recurrir a lugares comunes y representando bellamente la mediana edad. Simultáneamente te adentra en el reto que supone la marcha de los hijos, el nido vacío y la búsqueda de autonomía propia de la adolescencia. Los personajes son dibujados con complejidad y frescura, una peli perfecta para pensar y disfrutar tranquilamente.

Es una buena historia, de esas que te enternecen, te pasan de la indignación a la tristeza cuando menos lo esperas. Los pescadores de algunas tribus pueden encontrar cardumen de peces con una facilidad inimaginada, muchos campesinos cultivan con conocimientos que hacen parte de tradiciones ancestrales y el mundo nos ofrece un montón de ejemplos de cómo los saberes que no están en manuales resultan útiles, con frecuencia indispensables. Craig conocía y trabajaba la madera estupendamente porque su padre constructor de barcos le enseñó, llevaba una vida construyendo, pero eso no era suficiente para un aparato burocrático que solo sabe de regulación, inspección, aprobación, impuestos y de una única manera de hacer las cosas. “Para que los planos si lo tengo en mi cabeza” decía indignado y bueno, no se trataba de violar la ley, se trataba de un buen lugar para su esposa, de su proyecto de vida, de la tranquilidad. Mientras se resuelve el rumbo de la casa, el alzheimer de Irene avanza y vamos viendo el ocaso de estos dos protagonistas, pero será una puesta de sol tranquila y hermosa porque esta octogenaria pareja se profesa incondicionalidad y amor por montón. Pese al alzheimer la historia deja un buen sabor, agradables sensaciones.

La re-adaptación del clásico infantil debe verse sin perder de vista que es cine de entretenimiento, que recurrirá a fórmulas y elementos comunes, y que finalmente, es Disney. Partiendo de esas claridades nos encontramos ante una re-elaboración que puede resultar transgresora para quienes esperaban una película similar a la versión de 1959. En esta ocasión la historia es contada desde la posición de la antagonista y nos permite profundizar en el personaje al que la narración original nos hace desdeñar.

El bien y el mal dejan de ser dos polos claramente definidos, para mostrarnos a una malvada con matices. Una Maléfica víctima y victimaria, con deseos, pasiones, odios y capacidad de perdón. Una maldad consecuencia de ambiciones y actos deplorables. Disney nos muestra a la bruja del cuento, humana.

El amor romántico predominante en la historia tradicional es remplazado por un amor fraternal. El príncipe parece ser incorporado solamente para conservar los elementos centrales del cuento clásico, esta vez su grado de importancia resulta nimio.

Actores y actrices son eclipsados por la excelente interpretación de Angelina Jolie. Después de esta peli ya no será asociada de manera automática con Lara Croft, karma que desde ese papel la acompañaba, no pudiendo ser roto ni por sus buenas actuaciones en El Sustituto o en Inocencia Interrumpida. Como dice un meme que circula por estos días en las redes: “ahora todas querrán ser Maléfica”.

La película consigue conectar emocionalmente con el espectador y brinda una puesta en escena acorde con la historia. Así Disney cumple con lo ofrecido. Buen cine de entretenimiento para público de todas las edades

Los cuestionamientos e insatisfacciones de Susan por el curso que ha tomado su vida, se entretejen con la lectura de una historia en la que una familia se ve enfrentada con agresiones, violación y asesinato, el relato es escrito por su exmarido y enviado como una especie de extraña venganza. La historia es experimentada vívidamente por la protagonista porque algunos elementos de la ficción coinciden con la realidad: la debilidad de Tony tan semejante a la de su ex, la exigencia del mundo pidiéndole demostrar su hombría; la pérdida de una esposa y una hija que nunca fue. La historia se siente en el cuerpo, manteniendo la tensión. Aunque en nuestras mentes ya imagináramos el desenlace de la familia, es inevitable permanecer mudos esperando ansiosamente el avance de las escenas. Las pausas de Susan en medio de la lectura son oportunas dándonos lugar a la distensión para volver a empezar; y a Susan para seguir revisando hacia sus adentros su vacía y desoladora vida burguesa, pareciéndose cada vez más a su madre y arrepintiéndose de decisiones tomadas. La película tiene una estética increíble, la fotografía su más notable acierto y por supuesto esa atmosfera tensionante y oscura que recrea para serle fiel al título.

La secuencia de apertura de “Kiki” es toda una invitación para los sentidos, desde el inicio anticipa el derroche de sensualidad que será. La música contribuye con una excelente elección de banda sonora, así que apenas terminé de verla descargué los temazos que la ambientaron. Paco León presenta con naturalidad parafilias inimaginables y de esa manera nos introduce en las infinitas posibilidades que ofrece la sexualidad humana. Personas que experimentan placer sexual siendo orinados, asaltados, viendo llorar, tocando seda, teniendo sexo con dormidos y no podía faltar el poliamor. Podemos acercarnos a la peli con la mirada que patologiza, que ve con rareza y cara de asco; o podemos disfrutar contemplando la diversidad de comportamientos sexuales que enriquecen. Algunos de los personajes pueden conciliar con facilidad sus particulares preferencias sexuales armonizándolas con sus vidas, otros deben recurrir a métodos poco ortodoxos y a veces éticamente cuestionables. Al final todos se las arreglan para aceptar ese deseo y adaptarlo a sus relaciones, a sus circunstancias personales. Los personajes se cruzan, transitan por los mismos lugares y al final coinciden en la feria local, como si quisieran decirnos que estas “rarezas” están por doquier, que hacen parte de lo cotidiano, que hacen parte de la normalidad. Verla me trasladó a Saramago en Los Cuadernos de Rigoberto, cuando refiriéndose a los fetiches nos dice: “el fetichismo no es el culto de los fetiches como dijo mezquinamente el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, sino una forma privilegiada de expresión de la particularidad humana, una vía que tienen el hombre y la mujer de trazar su espacio, de marcar su diferencia con los otros, de ejercitar su imaginación y su espíritu antirebaño, de ser libres”.