La misma cara durante 10 episodios. Resumen de la interpretación de un elenco (especial mención a la inmutable faz del Mario Casas del Pingo Doce que hace de protagonista) que, junto a un guión mediocre lastrado por la fatigante y muy previsible matraca ideológica Netflix, empaña una serie con un gran potencial y unas excelentes fotografía y ambientación.

Consigue, a pesar de todo, mantener el interés y no hacerse larga de más. Entretenida. Una alegría, en cualquier caso, asistir a la primera producción en el país vecino con un presupuesto y un cuidado en la factura dignos de las mejores series.