En esta película, el acierto del guión y el más que aceptable trazado que le configura su director, junto con un trabajo bastante digno por parte de los actores, hacen posible mostrar al espectador un mundo tan sórdido como real, donde el protagonista se deja la piel para proteger su concepto moral del mundo, a pesar de conducirse en términos que no se podrían considerar morales desde un punto de vista estricto y ortodoxo

Vicente Aranda parece de capa caída, con una vejez verde que se resume en numerosos fotogramas de culos y tetas desperdigados, insulsos y fuera de lugar, pues nada tienen que ver con las frases principales de la historia. El guión es tan previsible que casi puede contarse la película desde el principio. Lo único destacable, el esfuerzo de Noriega, ya que aunque el resultado no sea muy brillante, hay que reconocer la enorme dificultad de este ejercicio dramático