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España España · Oviedo
Críticas de Gould
Críticas 664
Críticas ordenadas por utilidad
3
2 de enero de 2019
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producida por la Columbia e inspirada en un deficiente relato de Jack Finney, autor de la novela “The Body Snatchers” (1955) en que se basó la mítica película de Don Siegel de igual nombre –aquí traducida con el título, un poco “pulp”, de “La invasión de los ladrones de cuerpos”, no se encuentra entre lo más granado de la abundante producción de Phil Karlson, especialista en un cine de serie B, capaz de lo mejor y de lo peor en una filmografía muy irregular pero tan llena de títulos de interés como de productos olvidables.

Este es un Karlson domesticado, sin la violencia y aspereza característica de sus mejores obras, confuso e irregular, seguramente por la debilidad de un argumento descabellado y poco creíble, donde sobra un tercio de película, incluyendo toda la superflua historia de amor. De hecho, la película empieza de modo inseguro, como un thriller de medio pelo, pasa a ser casi comedia de ambiente universitario y termina por ser una aburrida variación del clásico psicópata, pesado como una mula, que no para de hablar, secuestra a sus compañeros e, inverosímilmente, les obliga a cometer un robo en un casino de Reno.

La película, sin entrar en demasiadas explicaciones, es bastante deficiente, los actores no están en su mejor día y el guion es todo menos inspirado, de tal modo que los personajes tienen que dar constantes explicaciones de las incongruencias de su comportamiento, para que aquello no se vaya de las manos.

Por el lado de los actores, Guy Madison, una suerte de William Holden de segunda división, Kim Novak, que disimula su innata sosería con una cierta gracia irónica o Brian Keith, arrojado en los brazos del exceso, no consiguen indultar un producto del que, al menos, cabe destacar una buena fotografía en blanco y negro de Lester White con buenas escenas nocturnas en Reno.

Uno de los puntos más bajos de la filmografía de Phil Karlson.
Gould
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5
9 de junio de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nervioso thriller del artesano, ocasionalmente entonado, director americano Lewis Seiler.

Un manager vengativo en silla de ruedas, una cantante y un boxeador pintor conforman un enfermizo triangulo, protagonizado por Dane Clark, un actor que hubiera merecido mejores papeles en su errática carrera, dando vida a un pintor que boxea -lo que nos podría recordar a “Golden boy” (1939) de Rouben Mamoulian, donde William Holden boxea y toca el violín- junto a –no podía ser de otro modo- un malvado Zachary Scott y la cínica Eve Arden.

Buen pulso para una historia un poco rutinaria que, sin embargo, no desentona en una poco exigente sesión continua.
Gould
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8
4 de junio de 2017
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los primeros años 30 René Clair impone un brío vivificador al acartonado mundo del cine mudo francés con una serie de películas adoradas por la vanguardia artística que beben de numerosas fuentes, desde el arte de Rousseau a la vanguardia cinematográfica rusa o el expresionismo alemán y que alcanzaría la cumbre con “A nous la liberté” (1931) esa maravillosa y deliciosa obra maestra por la que no ha pasado el tiempo.

Un pintor arruinado y su compañero ganan un millón a la lotería lo que servirá a Clair y sus desquiciados guionistas para una serie encadenada de anécdotas y enredos argumentales a la búsqueda del billete extraviado en un original y refrescante musical en el que las canciones hacen de coro griego reafirmando las dudas de los personajes, celebrando sus triunfos o moralizando sus comportamientos en un ambiente siempre festivo y desenfadado,

Comedia musical y pantomima de gran imaginación visual, conforma junto a la antes citada y “Bajo los techos de Paris” (1930) una suerte de trilogía de originales musicales, cachazudos y naifs, que trataban de exhibir las virtudes recién adquiridas del cine sonoro, no sólo con la música ingenua y divertida, sino también con toda una panoplia exhibitoria de ruidos, cacofonías y sonidos, con escenas inolvidables como del dúo de la ópera o la del rugby, completamente muda, despedida y homenaje a un cine que formaba ya parte del pasado.

Al igual que “A nous la liberté” tiene algo de ingenua sátira anticapitalista en la que el dinero y las riquezas trastornan la amistad y aunque no llega a su extraordinaria calidad se sigue disfrutando aún con enorme jolgorio.
Gould
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3
12 de octubre de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vayamos por partes. Alexander Mackendrick es hacedor de una producción cinematográfica tal vez escasa pero de excelsa calidad, abundando las obras maestras tanto en su etapa inglesa –“Mandy” (1951)- como en la americana – “Sweeet smell of success” (1957, Chantaje en Broadway), “Sammy going south” (1963, Sammy, huida hacia el sur) o “High wind in Jamaica” (1965, Viento en las velas)-, verdaderas maravillas que uno no se cansa de ver una y otra vez. Vaya por delante esta indicación previa para señalar que, pese a ser un gran amante del cine de Mackendrick, no comparto las alabanzas a esta irritante comedia de la productora Ealing con una serie de personajes, los miembros de la tripulación y, sobre todo, el capitán de la vieja barcaza Maggie, verdaderamente asesinables, unos verdaderos e insoportables caraduras, con los que es imposible sentir ninguna empatía. Vale que sea un canto a un tiempo pasado donde la vida supuestamente era más tranquila o sencilla -esto es falso, todo tiempo tiene sus dificultades- pero otra cosa es ir acumulando razones para acabar odiando a unos personajes -el viejo mecánico que no calla, el segundo de a bordo medio memo, el niño violento o el capitán- que hacen lo que les viene en gana y provocan una sucesión de anécdotas ridículas y situaciones sin gracia, estilo "rompetechos", en la ordenada vida del pobre Paul Douglas. Hay, qué duda cabe, buenos momentos, sobre todo cuando la comedia da paso a la amargura y conseguimos disfrutar del gran cine que esperamos de un director de la sensibilidad e inteligencia únicas de Mackendrick, como las escenas del cumpleaños del anciano centenario o la charla con la muchacha casadera que no sabe a quién elegir como marido, momentos en los que Mackendrick demuestra su verdadera valía como cineasta pequeñas y breves pinceladas que no consiguen reconciliarnos con esta película que abusa de la pincelada gruesa y del humor zafio y sin matices, una de las pocas excepciones en la obra de este cineasta único, dotado y genial. Muy decepcionante
Gould
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6
28 de abril de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que no esperaba gran cosa de esta película. Pese a la espasmódica sencillez de su muy manido argumento- una pareja se divorcia y sólo entonces se darán cuenta del gran afecto que les une- resulta muy divertida. Tal vez parte de su éxito provenga de su falta de pretensiones o del enorme placer que supone poder disfrutar del trabajo de su pareja protagonista –excelente Jack Lemmon y soberbia Judy Holliday- de indudable “vis cómica” y chispeante química, verdadero centro y argumento sólido, casi único, en favor de la película.

La esplendorosa fotografía de Charles Lang y la cosquilleante brillantez de algunas de sus escenas, verdaderamente desternillantes –por ejemplo, toda la escena del baile- contribuyen a extender nuestro aprecio por un producto básicamente menor pero muy digno. Cierto es que, cuando desaparece Judie Holliday de la pantalla, esta decae notablemente y ni mi muy querido Jack Carson ni la más que sosa Kim Novak son capaces de aportar algo de sustancia, pero, en todo caso, resulta muy divertida.
Gould
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