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España España · Shangri-la. Andalucía
Críticas de Maggie Smee
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Críticas 376
Críticas ordenadas por utilidad
6
4 de noviembre de 2017
38 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que haya personas con pensamientos que corresponden a este siglo y estén concienciadas en que la diferencia de sexos no implica superioridad, parece ser que aún quedan por ahí ignorantes que desconocen que es una de las miles de patrañas que sustentan nuestra sociedad. Es más, como en muchos sentidos vamos retrocediendo el camino avanzado, sea también en derechos laborales, en tolerancia o en permisividad, creo que “La batalla de los sexos” es una película, por desgracia, necesaria que se vea, porque aunque no sea excelente sí es interesante, y a nivel social es importante que exista, porque existe la posibilidad de que algunos espectadores no la entiendan.

El arremeter contra “La batalla de los sexos”, aún a pesar de su cierta superficialidad, implica defender los prejuicios personales de cada cual. El pensar, sobre todo si se es mujer, que ellas sigue siendo inferior al hombre, es la misma imbecilidad que pensar que un hombre con hijos necesite una mujer, porque él no sería capaz de cuidarlos. Ese constante “La mujer debe estar en la cama y cuidando niños” no deja de ser otra gilipollez bien asentada en un sector anticuado, sobre todo cuando existen mujeres incapaces de desempeñar su labor como madre o ser una nulidad en la cama. De todo hay en la viña, tanto femenina como masculina. Aún sigue habiendo diferencias salariales que perjudican a la mujer, por ejemplo, una lacra injusta con la que se comulga en muchos países, incluyendo los “demócratas y desarrollados”. Las mujeres, sí o sí, deben seguir demostrando que valen más que muchos hombres en la mayoría de los trabajos, como también ellos deben demostrar más que las mujeres que están capacitados para otros (pocos) trabajos, sea limpiar el polvo, cambiar un pañal o ser un buen cuidador, parcelas que parecían que debían estar reservadas exclusivamente para el ámbito femenino. Y todo esto sin adentrarnos en detalles de si la mujer en cuestión es heterosexual o lesbiana, que ya si caminamos por ese pantanoso terreno, las trabas y las fobias se disparan.

Pero yendo al tema, o a los temas que plantea “La batalla de los sexos”, que está codirigida por dos (un hombre y una mujer) directores, que hicieron, por ejemplo, la inolvidable “Pequeña Miss Sushine”, aunque sin llegar a ese notable nivel, se ha optado por el formalismo. Al principio aludíamos a una cierta superficialidad y que, en las escenas deportivas, carecen de nervio, perdiéndose a veces en sus varias historias y sus múltiples propósitos que planteaban, pero en conjunto no les ha salido mal.

Podrá decepcionar a los que busquen abiertamente el género de comedia, porque no lo es. Quizás un guión más perfilado y algo más corrosivo hubieran rematado la jugada, pero al menos, está bien realizado. La dirección de Jonathan Dayton y Valerie Faris, sobre todo en el tema de sus actores, está bien, tiene un buen “casting”. Sobre todo en el caso de Steve Carell, que guarda un gran parecido con su personaje, Bobby Riggs y hace una buena labor, así como su protagonista, Emma Stone, que al menos para mí, hace la mejor interpretación de su carrera como Billy Jean King, superior a su labor “oscarizada” en “La La Land”, por guardar respeto al personaje encarnado y saber imprimirle varias caras a este poliédrico personaje sin estar diseñado para un lucimiento descarado. Puede que solo se le podría achacar que el blanqueo exagerado de su dentadura contrasta con el del resto del elenco, y empieza a ser algo que las “estrellas” deberían cuidar más, pero bueno, si se meten mano hasta el hígado operándose de manera compulsiva, esto les debe parecer una nimiedad. Pero insistimos, el trabajo de actores es bueno, se podría seguir destacando, desde a Andrea Riseborough, Bill Pullman o a una Elisabeth Shue, con un “look” que lejanamente nos recuerda a la bella Candice Bergen, y, aunque en un breve papel, nos ha gustado reencontrarnos con ella, muy en forma y con una estupenda desenvoltura frente a personajes de mayor edad.

La banda sonora original, así como la selección de temas que aparecen, apoyan el clima nostálgico que se buscaba. También las tonalidades y astutos encuadres que elabora Linus Sandgren, ayudan a ambientarla en 1973 y que, a pesar de no ser una producción de mucha pasta, logran su objetivo.

No hay saltos en su narración, aunque como decíamos, tampoco hay un total enganche, pero nos ha resultado un film agradable de ver, que queda como reflejo de una época: cuando la figura femenina aún estaba marginada en la sombra socialmente, cuando la prepotencia masculina no estaba mal vista, cuando se daba a conocer más que nunca al gran público el tenis como deporte, o lo que se podía sufrir si se pretendía “salir del armario” sin tener que pagar alto precio por ello. Muchos temas, tratados con cariño aunque sin la suficiente garra, pero que deja buen sabor de boca. Creo que era más importante esta clase de logros que el ser totalmente fiel a la historia en que se basa, cosa que suele ocurrir cuando se adaptan al medio audiovisual.
Maggie Smee
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8
23 de agosto de 2013
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si se cuenta una breve sinopsis de la película, la reacción entre la gente es, además de variada, muy delatora: Un experimentado cuarteto de cuerda aspira tocar a la perfección el Opus 131 en Do menor sostenido de Beethoven, así, por ejemplo, sin destripar demasiado. Y dicho lo cual saltan los prejuicios culturales (los palomiteros más descerebrados dirán que es un tema para “gafapastas”) o bien surge el posible interés por el tema para los más curiosos, aunque sea meramente debido a su originalidad con respecto a otros títulos habituales. Y es creo la postura más acertada, porque si no se la pierden. Recuerdo en estos momentos una entrevista a Woody Allen donde comentaba que fue a ver lleno de expectación “Todas las mañanas del mundo” porque la protagonista era una viola de gamba, lo cual le pareció fascinante, y salió encantado. Y de eso hace ya décadas. Quiero decir que “El último concierto” no es un film elitista, ni “cultureta”, aunque sea muy neoyorkina y su ambiente sea refinado. Es un film emotivo, si se quiere incluso un regalo para los profesionales que sean artistas (no solamente músicos) pero donde se habla del tesón y del esfuerzo, de la superación personal y de la vida en sí, pero sin grandilocuencia, con mucha verdad. Yaron Zilberman sabe de lo que habla aunque ha sido ambicioso en su objetivo, como hubiera hecho Paul Thomas Anderson. De hecho puede pecar en algunos aspectos de frío, como siempre le achacan a un debutante, pero creo que su intención ha sido valiente, muy bien pensada, y por ello creo que me merece más adulación que reparo. Importante sería destacar que no es un film coral “de actores haciendo de músicos”, son actores que encarnan a músicos, que es algo muy diferente. Para ello se han entrenado a fondo con profesores, no para un lucimiento espectacular, sino en función a la historia, que es bien distinto. No hay en ella grandes alardes interpretativos a cámara pero sí grandes actuaciones, contenidas en muchas ocasiones, y donde no solo el sonido o los silencios están muy medidos, si no también la voz y sus inflexiones de voces. El trabajo actoral parece ser que no ha sido muy llamativo para el gran público pero sin duda, para el que entienda bien del tema, esto es todo un lujo. Es imperdonable que no se hayan fijado en ellos para los renombrados Oscars, porque Mark Ivanir, Imagen Poots o Hoffman hacen un gran trabajo. A Catherine Keener ya va siendo hora que de una vez por todas reconozcan su valía, porque cada día lo hace mejor, y sobre todo Christopher Walken, que solo por su intervención final merecía mucha más atención y halagos. Será que se lo estarán guardando para su próxima película con Eastwood donde le van a resarcir de tanto olvido. Y por último comentar que entre los agradecimientos mencionan a “nuestro” Javier Aguirresarobe, uno de los maestros de la fotografía. Yo de camino también, porque le respeto y le agradezco que en su vida personal sea tan cortés como profesional, y cuanto menos es tan “agradecido” como cuenta Walken sobre Pau Casals en la película. Dicho queda.
Maggie Smee
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9
27 de noviembre de 2011
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ingrid Bergman, que fue nominada al globo de oro a la mejor actriz de comedia y era una de las favoritas para ser nominada al Oscar en el apartado de mejor actriz principal por el éxito de "Flor de cactus", se vio apeada del grupo de las finalistas en el que finalmente figuraron: Geneviève Bujold, que fue la que se llevó el globo de oro a la mejor actriz dramática, Jean Simmons, Jane Fonda, Liza Minnelli e inesperadamente surgió Maggie Smith. La ganadora fue la única que no acudió a la ceremonia: Maggie Smith. Y “Los mejores años de Miss Brodie” se llevó el único Oscar de sus dos nominaciones (su canción principal fue la otra nominación). Parece mentira que una película tan inteligente y gratificante pasara inadvertida para los miembros de la academia de Hollywood tan propensos a ensalzar producciones británicas. Y para colmo, su productora, la Fox, mal estrenó y distribuyó irregularmente la película en muchos países, como en EEUU, por lo que el gran público casi ni la vio. En España llegó en copias subtituladas y con ¡siete años de retraso! Su director Ronald Neame ya había hecho una película que era casi un borrador previo, un lustro antes, sobre el tema de la pedagogía con la más convencional pero también magnífica “Mujer sin pasado”, donde Deborah Kerr era casi un reflejo en modos y actitud de lo que luego sería Maggie Smith en esta película. Neame, gran director de actores, logra que Maggie Smith se convierta en una presencia inolvidable y haga un trabajo tan sutil como casi perfecto, saliendo airoso en ambos casos de lo que es adaptar con éxito una obra de teatro, que por cierto, Miss Brodie sobre el escenario lo hizo Vanessa Redgrave. Película con alma, ambientada como toda buena producción inglesa, cuidada hasta la desesperación, con unos actores magníficos y que deja un recuerdo tan grato como imborrable. El resto de las puntuaciones que se le otorguen a la película dependerá del mundo interior del votante y de la atención que le haya prestado, como ocurre en cualquier clase de cualquier colegio.
Maggie Smee
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6
18 de enero de 2020
39 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay veces que, cuando terminas de ver una película, la sensación que permanece es algo confusa, porque como me ocurrió con “Jojo Rabbit”, es que está descompensada. Su inicio parece inspirado en exceso de “Moonrise Kingdom”, de Wes Anderson, luego parece inclinarse al mundo de Mel Brooks, entrando en bucle con algunos “gags” no muy logrados. Más tarde, como si nada de esto hubiese existido, se adentra en el drama de manera indulgente, para concluir en su final hallando su identidad, y quizás el camino que debió recorrer durante todo el metraje, porque para llegar a la sátira hace falta ser mordaz, más que tener la capacidad de revestir las situaciones de cierto surrealismo.

Taika Waititi, con el que disfrutamos viendo la simpática y fresca “Lo que hacemos en la sombras”, y que luego dio paso a una serie, quizás pudo conjugar bien todas sus intenciones en el film porque lo hizo junto a Jemaine Clement. No digo que Waititi no tenga capacidad para trabajar en solitario, pero el caso es que, a pesar de contar con buenos momentos, “Jojo Rabbit” a veces cojea, porque lo que es la verosimilitud le falla en algunos personajes, por una mera cuestión de planteamiento y de aspecto exterior de los mismos, como el personaje de Elsa, que más bien parece una pintora snob o una camarera de un restaurante vegano actual del Village neoyorkino.

Imperdonable es también la sinopsis facilitada por la misma Fox Searchlight. Menos mal que lo descubrí tras verla, pero lo cierto es que te destripa una de las posibles sorpresas que el film tiene, dando, en consecuencia, demasiadas pistas sobre otros personajes, como es el caso de Rosie, encarnado por una Scarlett Johansson, por cierto, menos impostada de lo habitual. Pero, y esto ya es independiente del film, el que haya sido distinguida con nominaciones para los Globos de Oro, o media docena de candidaturas para los Bafta o los Oscars es pasarse bastante. Su tono, supuestamente políticamente incorrecto, no lo es tanto, aunque haya ciertos “gags” que no hayan levantado ampollas por el mero hecho de que Waititi pertenezca a una familia judía. Los judíos pueden hacer crítica sobre ellos mismos, como los negros, los chinos o cualquier sector "diferente", pero cuidado si se hace y no se pertenece al gremio, porque te acusarán de todo, mucho más en estos tiempos de tanta corrección.

Pero no quiero que parezca que pienso que la película carezca de interés, porque no es así. Hay cosas en ella que me gustan: sus créditos iniciales son muy buenos, sobre todo por la combinación escogida de canción/ imágenes algo inusual, pero ya nos indica por donde va a tirar la propuesta. Sus actores están bien, desde el propio Waititi, pasando por Thomasin McKenzie, Sam Rockwell o Rebel Wilson, como Fraulein Rahm, con una estupenda apariencia que casi roza en el cómic, hasta llegar al joven protagonista, Jojo, que lo lleva a cabo Roman Griffin Davis, con cierto parecido parecido a Johansson, y que sin muecas fáciles se lleva el gato al agua.

Los temas elegidos, así como la banda sonora son bastante curiosos y acertados, así como su ambientación, el uso de los colores de su buena fotografía y el vestuario. Hasta los zapatos que lleva Rosie (Johansson) tienen su importancia.

Waititi creo acierta más a la hora de dirigir, que lo hace sin trabas, creyendo lo que cuenta y dando alas a sus actores, más que a la hora de elaborar el guión, donde a veces peca de reiteraciones o de ciertas situaciones cogerlas con pinzas.

Película que resulta grata de ver, aunque toque un tema difícil, y que más vale no comparar con otras que en su día también parodiaban situaciones complicadas en la segunda guerra mundial con los nazis, porque fueron realizadas por maestros que sí sabían elaborar, como alquimistas, fórmulas más difíciles y perfectas. “Jojo Rabbit”, en estas comparaciones, saldría perjudicada. Es como otra de las contrincantes para el Oscar de este año a mejor película, “1917” (parece que los vientos de guerra actuales también afectan al cine) que si la pretenden comparar con “Johnny cogió su fusil” o “Senderos de gloria”. Craso error. Si se las quiere defender que sea por sus posibles valores, pero el pretender igualar el caso presente con “Ser o no ser” o “El gran dictador” no pasa de ser algo gratuito y no sé si hasta fortuito, porque carece de cualquier tipo de justificación. Eso sí, quien quiera disfrutarlas ahí las tiene, sobre todo “Jojo Rabbit”, que aunque creo que ha sido algo sobrevalorada tiene su público, ya que algunos se lo pasaron bomba viéndola.
Maggie Smee
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4
24 de febrero de 2023
37 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Babylon” es un cruce entre varias películas. Me temo que la inspiración de Damien Chazelle, una vez más, deja al descubierto sus limitaciones y las costuras de un producto elaborado por él. Parece que hubiera pretendido utilizar “Boogie Nights” tanto en su virtuosismo técnico (aquí sin mucho fundamento), como el repetir dosis de drogas y sexo (de manera más impostada y comedida) que Paul Thomas Anderson tan bien administró en su película, aunque sin su valentía ni su genuinidad.

Pueden encontrarse paralelismos con “El lobo de Wall Street” en su intento de plasmar un “desparrame”, con imágenes más hipnóticas, con algo más florituras y menos “burraqueo” gratuito, que a veces hasta podrían recordar a las fiestas rodadas por Baz Luhrmann, pero careciendo del estilo de Xavier Dolan o la clase de Blake Edwards. Desde luego a mí no me evoca a Bogdanovich con su comedia “Así empezó Hollywood (Nickelodeon)” y nunca, en absoluto, “Babylon” se puede ni se debe comparar con la maldita, excelente y feroz “Como plaga de langosta” y ni con otras que transcurren en época similar.

Es curioso, pero muchas de las películas dramáticas que se ambientan en el nacimiento del cine sonoro, con la excepción de contados ejemplos, han supuesto, como “Babylon”, un rotundo fracaso. De hecho, aunque no lo he podido comprobar en ninguna entrevista, creo que la verdadera simiente de “Babylon” es “Fiesta salvaje” (1975) de James Ivory, protagonizada por James Coco y una recientemente desaparecida Raquel Welch (que salía guapísima y “adaptada” tanto en vestuario y peluquería) aprovechando quizás por ser un film totalmente olvidado en la actualidad y que por eso ningún crítico la ha mencionado, quizás porque también la desconocen. Por supuesto hablo del director´s cut (su versión íntegra) y no de la copia cercenada que en su día se estrenó y de la que, hasta el mismo Ivory, con toda la razón, renegaba de esa versión masacrada. En España tuvimos que esperar varios años para que se estrenara, y aunque no fuera gran cosa ni lo mejor de su director, era una película con cierto interés.

Lo más destacado de “Babylon” es sin duda su desmedida y estupenda dirección artística. El vestuario es muy bonito, así como su variada banda sonora (aunque a veces o bien no sea muy apropiada, martillee en exceso o parezca que beba de Danny Elfman), y su fotografía, que tiene la oportunidad de hacer un trabajo más llamativo de lo que habitualmente vemos en el cine. Todo este barroquismo, muy bien envuelto y, a ratos, muy atrayente, parece emular, en tono más rebajado, films de Gaspar Noé o Ken Russell (incluso ha pretendido emular inútilmente a Bertolucci o Fellini) pero en ningún momento tampoco iguala a los citados, porque Chazelle organiza, orquesta y saca cierto partido, es muy resultón para el público en general, sobre todo visualmente, pero no es un creador, no es un “autor” con sello propio, como era Truffaut (al que en alguna escena pretende emular en su “La noche americana”).

Estamos ante su película más ambiciosa, que creo que es la más lograda que ha realizado, pero que no pasa de ser un pretencioso film del montón, a ratos grotesco, donde sus movimientos de masas y coreografías son demasiado “actuales”, buscando la diversión fácil en un homenaje al cine bastante primario.

Brad Pitt está bien, ha sabido sacar partido de su personaje con carisma y humor, inspirado en John Gilbert, con un físico que puede recordar a Gable y Fairbanks. Está acompañado de Margot Robbie, que además de salir monísima hace un buen trabajo, aunque a veces demasiado cargante, y sobre todo Diego Calva, el mejor, que completa el trío principal. Eso sí, antes de que se me pase, hay un pero que no ayuda a Robbie, y es su descuidado “look” en vestuario y sobre todo en peluquería, que es para fusilar a los departamentos al completo. Si hubiera salido de un “after” en tiempos actuales estaría perfecta, pero no, con esas pintas en los años 20 del siglo pasado, muy posiblemente, la hubieran encerrado en un manicomio y de ahí no hubiera salido jamás. Desde luego, desgraciadamente, no es el año de Robbie como muchos profetizaban que iba a ser, porque además de protagonizar este fiasco en taquilla, también aparece en uno de los mayores “bluffs” del año como es “Ámsterdam”, aunque aquí su trabajo sea superior, cosa que era fácil que pudiera pasar.

El resto de sus actores se pierden más y en otras ocasiones parecen más caricaturas que otra cosa, incluyendo a uno de los productores del film, Tobey Maguire, actor y arriesgado en su faceta de productor que aquí no ha tenido suerte. Sorpresa al ver que en su extenso reparto se encuentran en pequeños roles el director Spike Jonze, el denostado Eric Roberts, a un Lukas Haas que en la actualidad está algo desaprovechado o al “casi invisible” Joe Dallesandro.

Prosigo en la zona spoiler sin reventar nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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