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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
6
Drama. Comedia Crónica de la rivalidad existente entre el ex-tenista profesional, de 55 años, Bobby Riggs, y su oponente de 29 años de edad, la carismática tenista Billie Jean King, quienes se enfrentaron en un partido legendario en 1973. Se quería entonces conocer si una tenista profesional femenina podía realmente vencer a un hombre (aunque fuera ex-profesional), un evento que atrajo a más de 50 millones de estadounidenses y que se publicitó como ... [+]
4 de noviembre de 2017
38 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que haya personas con pensamientos que corresponden a este siglo y estén concienciadas en que la diferencia de sexos no implica superioridad, parece ser que aún quedan por ahí ignorantes que desconocen que es una de las miles de patrañas que sustentan nuestra sociedad. Es más, como en muchos sentidos vamos retrocediendo el camino avanzado, sea también en derechos laborales, en tolerancia o en permisividad, creo que “La batalla de los sexos” es una película, por desgracia, necesaria que se vea, porque aunque no sea excelente sí es interesante, y a nivel social es importante que exista, porque existe la posibilidad de que algunos espectadores no la entiendan.

El arremeter contra “La batalla de los sexos”, aún a pesar de su cierta superficialidad, implica defender los prejuicios personales de cada cual. El pensar, sobre todo si se es mujer, que ellas sigue siendo inferior al hombre, es la misma imbecilidad que pensar que un hombre con hijos necesite una mujer, porque él no sería capaz de cuidarlos. Ese constante “La mujer debe estar en la cama y cuidando niños” no deja de ser otra gilipollez bien asentada en un sector anticuado, sobre todo cuando existen mujeres incapaces de desempeñar su labor como madre o ser una nulidad en la cama. De todo hay en la viña, tanto femenina como masculina. Aún sigue habiendo diferencias salariales que perjudican a la mujer, por ejemplo, una lacra injusta con la que se comulga en muchos países, incluyendo los “demócratas y desarrollados”. Las mujeres, sí o sí, deben seguir demostrando que valen más que muchos hombres en la mayoría de los trabajos, como también ellos deben demostrar más que las mujeres que están capacitados para otros (pocos) trabajos, sea limpiar el polvo, cambiar un pañal o ser un buen cuidador, parcelas que parecían que debían estar reservadas exclusivamente para el ámbito femenino. Y todo esto sin adentrarnos en detalles de si la mujer en cuestión es heterosexual o lesbiana, que ya si caminamos por ese pantanoso terreno, las trabas y las fobias se disparan.

Pero yendo al tema, o a los temas que plantea “La batalla de los sexos”, que está codirigida por dos (un hombre y una mujer) directores, que hicieron, por ejemplo, la inolvidable “Pequeña Miss Sushine”, aunque sin llegar a ese notable nivel, se ha optado por el formalismo. Al principio aludíamos a una cierta superficialidad y que, en las escenas deportivas, carecen de nervio, perdiéndose a veces en sus varias historias y sus múltiples propósitos que planteaban, pero en conjunto no les ha salido mal.

Podrá decepcionar a los que busquen abiertamente el género de comedia, porque no lo es. Quizás un guión más perfilado y algo más corrosivo hubieran rematado la jugada, pero al menos, está bien realizado. La dirección de Jonathan Dayton y Valerie Faris, sobre todo en el tema de sus actores, está bien, tiene un buen “casting”. Sobre todo en el caso de Steve Carell, que guarda un gran parecido con su personaje, Bobby Riggs y hace una buena labor, así como su protagonista, Emma Stone, que al menos para mí, hace la mejor interpretación de su carrera como Billy Jean King, superior a su labor “oscarizada” en “La La Land”, por guardar respeto al personaje encarnado y saber imprimirle varias caras a este poliédrico personaje sin estar diseñado para un lucimiento descarado. Puede que solo se le podría achacar que el blanqueo exagerado de su dentadura contrasta con el del resto del elenco, y empieza a ser algo que las “estrellas” deberían cuidar más, pero bueno, si se meten mano hasta el hígado operándose de manera compulsiva, esto les debe parecer una nimiedad. Pero insistimos, el trabajo de actores es bueno, se podría seguir destacando, desde a Andrea Riseborough, Bill Pullman o a una Elisabeth Shue, con un “look” que lejanamente nos recuerda a la bella Candice Bergen, y, aunque en un breve papel, nos ha gustado reencontrarnos con ella, muy en forma y con una estupenda desenvoltura frente a personajes de mayor edad.

La banda sonora original, así como la selección de temas que aparecen, apoyan el clima nostálgico que se buscaba. También las tonalidades y astutos encuadres que elabora Linus Sandgren, ayudan a ambientarla en 1973 y que, a pesar de no ser una producción de mucha pasta, logran su objetivo.

No hay saltos en su narración, aunque como decíamos, tampoco hay un total enganche, pero nos ha resultado un film agradable de ver, que queda como reflejo de una época: cuando la figura femenina aún estaba marginada en la sombra socialmente, cuando la prepotencia masculina no estaba mal vista, cuando se daba a conocer más que nunca al gran público el tenis como deporte, o lo que se podía sufrir si se pretendía “salir del armario” sin tener que pagar alto precio por ello. Muchos temas, tratados con cariño aunque sin la suficiente garra, pero que deja buen sabor de boca. Creo que era más importante esta clase de logros que el ser totalmente fiel a la historia en que se basa, cosa que suele ocurrir cuando se adaptan al medio audiovisual.
Maggie Smee
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