Sin duda uno de esos clásicos ochenteros que hay que ver al menos una vez en la vida si eres fan del género. Pero no solo por el hecho de que es una cinta de culto, sino por sus propios méritos, que aunque dispersos, no le faltan.

Para empezar el diseño de producción con el que se da vida a con esa curiosa mezcla entre la cultura redneck americana y el paganismo del Viejo continente es más que excelente para una cinta de estas características. La premisa por lo tanto no es solo interesante, sino que queda bastante bien ejecutada.

Además los efectos especiales traídos de la mano del genio Stan Winston y sus asociados son espléndidos y muy por encima de otras de la época.

Sin embargo es en Stan Winston donde me doy de bruces con la primera piedra, pues si bien su trabajo plástico es impecable, la dirección de actores no lo es tanto; y actores, que en otras manos son más que solventes, como Lance Heriksen, hacen un pobre trabajo para vendernos una historia que por momentos (y en guión) es oscura y emotiva. Me pregunto cómo habría resultado en la mano de otro autor como por ejemplo Clive Barker.

Otros aspectos negativos es que la cinta carece del ritmo y energía de otras slashers de la época, por lo que pierda la habilidad de entretenernos en más de un momento.

Aun así, una cinta más que encomiable y que como ya mencionaba al inicio, debería ser vista por todos los fans del género.