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España España · Madrid, Jaca
Voto de jaly:
9
Romance. Drama La historia tiene lugar en el siglo XIX y explora las relaciones entre los miembros de la alta sociedad rusa. Ana Karenina, una mujer de la alta sociedad que se enamora del joven y apuesto oficial Vronski, abandona a su esposo y a su hijo para seguir a su amante. Nueva adaptación de la novela de León Tostói. (FILMAFFINITY)
26 de marzo de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me resulta tremendamente extraño como muchos críticos se ensañan con los directores que son rigurosamente fieles a los clásicos literarios (y si no, sólo hay que esperar a ver las reacciones ante las nuevas Grandes Esperanzas, de Mike Newell), pero a la vez, cuando un cineasta se atreve a girar la tuerca de los clásicos, lo atribuyen a un desconsolado grito de ego de un director, en vez de una verdera y honesta pulsión artística.

Joe Wright, que ha demostrado que puede con el romanticismo (Orgullo y Prejuicio), con el melodrama épico (Expiación), con lo funcional (El Solista) y con la plasticiad postmoderna (Hanna), apuesta con su versión de Anna Karenina por el barroquismo y el romanticismo exacerbado, por una puesta en escena que lleva al manierismo justificado cada detalle formal e interpretativo, cada movimiento de cámara, cada apuesta de encuadre y montaje, cada gesto de sus actores.

Pero esa apuesta, lejos de tratarse de un mero ejercicio de estilo, o de un deseo de ser “diferente”, quiere contar la historia de Tolstoi, quiere hablar de lo que habló el escritor ruso, quiere que con los recursos cinematográficos de hoy en día, podamos captar la esencia de un clásico inmortal. Por eso, en este Gran Teatro del Mundo que ha construido Wright, se mueve la convulsa historia de amor de la alta aristocracia rusa, mientras que la esencia y la verdad del sentimiento, se encuentra libre en la paralela historia de amor naturalista y esencialista, desprovisto de corsés y palacios, que tienen los personajes de Konstantin y Katerina, en la que los fastuosos y estilizados bailes de la alta sociedad son sustituidos por actos más terrenales, como lavar a un enfermo.

Y en ese teatro, de bambalinas tan apabullantes como claustrofóbicas, es donde se desarrolla la pasión entre Anna y Alexei Vronsky, un amor tolstiano que tiende al desaliento, que sólo es libre en los espacios libres, allí donde la naturaleza, y por tanto, el sexo, puede convivir con lo que creemos amar. Como siempre, los papeles de Knightley y Johnson serán los más criticados por cómo se tiende a simplificarlos, pero en ellos están algunas de las claves estilísticas y dramáticas de la película: desde la parálisis de Anna cuando toda la audiencia le juzga, hasta el movimiento de las manos de Vronsky en un espectacular baile.

Jude Law, transformado en Alexei Karenin, observa desde la quietud de un Tolstoi semejantes pasiones desbordadas por telones imposibles y lámparas de araña. Su interpretación, sólida y anclada en un tranquilo sentimiento observador, es maravillosa.

Es evidente que para mi, Anna Karenina ha supuesto una revelación: sobre cómo girar una historia hasta la técnica de nuestro tiempo, y por cómo esa técnica no se trata de un simple ornamento, sino de una capacidad profesional, inventiva, emocional y artística, de volver a los grandes clásicos, a los orígenes, a los sentimientos primitivos presentes desde mucho antes de Tolstoi, hasta hoy.
jaly
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