Después del descomunal éxito que supuso en el cine de los noventa Solo en Casa, parecía inevitable que se realizara una secuela. Y ésta sigue los patrones habituales de las segundas partes: todo es más grande, todo es más lujoso, todo es más ambicioso.

Bajo mi punto de vista, y pese a que la crítica no la trató tan bien como a la primera (que recordemos no era sólo una película con Macaulay Culkin, sino también una idea original de John Hughes), Solo en Casa 2 mejora considerablemente las virtudes de la primera, y además se convierte en una emotiva y divertida fábula familiar en la tradición de las mejores películas de éste género, por lo que es indispensable que escépticos, alérgicos a la Navidad, al cine americano comercial, y a Culkin, se alejen de esta blanca good feel movie.

Mejora a la primera parte porque además de las famosas travesuras de Culkin, esta secuela incorpora muchos elementos que la hacen más divertida, más inteligente y más espectacular. La banda sonora de John Williams sigue siendo fantástica. La dirección de Colombus tan funcional como efectiva. Y por otro lado, los personajes secundarios toman más protagonismo, y se profundiza más en ellos, abriendo las posibilidades de diversión mucho más allá de Culkin y los atracadores: los padres de Chris, sobre todo la madre, interpretada de maravilla por una actriz tan buena como poco reconocida como es Catherine O'Hara, la vagabunda del parque, los botones y recepcionistas del hotel, y el juguetero, dan a la historia un tono más compacto como cuento infantil.

Y por supuesto, la localización es indispensable. Lo que en la primera parte era tan solo una casa de Chicago, aquí es la ciudad de Nueva York enseñada de manera espectacular en su cara navideña. Los rincones más famosos de la metrópolis son mostrados con gusto, momentos mágicos y un ritmo endiablado, apoyando una historia de aventuras navideñas y de amor maternal.