Una de las mayores virtudes del cine negro es su propia autoconciencia, su capacidad para vislumbrar sus propias limitaciones argumentales a través de la constante repetición de códigos. Todo ello desembocó en una serie de repeticiones esquemáticas que podrían llegar a cansar hasta al más ávido seguidor del género. Por esta misma razón se buscaron alternativas tanto estilísticas como estructurales para explicar unas tramas que empezaban a mostrar síntomas de agotamiento. Esto supuso la aparición de una serie de films noir que, aún manteniendo su espíritu y concepción originales, conseguían sorprender por su audacia y riesgo.

Este es el caso de Forajidos, película que ya sorprende por su abrumador, contundente y sorpresivo inicio y que desmonta toda concepción sobre el protagonismo inherente del anti héroe. Si los estilemas propios del género marcan habitualmente la trama como un descenso a los infiernos del protagonista y la aparición de un “buscador de la verdad” que se encargará de buscar la solución al problema creado, es en este caso cuando el buscador se erige en hilo conductor de la trama relegando al presunto protagonista a un papel lateral.

El film se articula en una ambilicada estructura de flashbacks en forma de pirámide invertida que, literalmente, mueve la trama tanto en sentido horizontal como vertical y que acaba configurando un elaborado juego de pistas y a su vez traza un panorama amplio del submundo criminal.

No sólo la estructura resulta la única novedad, ya que hay una cierta recuperación de la dualidad ciudad-campo contrastándolos de forma obvia pero funcional. La ciudad sigue siendo un mundo oscuro y perverso, mientras el campo supone el descanso, un refugio destinado a la redención.

Todo ello sin descuidar los tópicos clásicos del género, brillando con especial fuerza un blanco y negro de carácter preciosista por su fuerte contraste de luces, una presencia femenina poderosa que confiere a Ava Gardner una aura de femme fatale casi indestructible por ninguna circunstancia y como colofón un juego de espejos entre desenlace y punto de partida, un colofón ejemplar que desgrana con eficacia los conceptos de pecado y retribución.

Forajidos supone una vuelta de tuerca, un intento original y a la vez arriesgado no sólo de impedir la defunción del género, sino de imprimirle nuevos bríos y de otorgarle una categoría que lo aleje de la serie b para demostrar que también el noir puede ser de calidad.