El realizador tunecino Abdel Kechiche dibuja en Cuscús todo un cuadro costumbrista sobre la vida de los trabajadores norteafricanos (algunos de nacionalidad francesa) en las sureñas costas galas. Sus problemas laborales, su escasa integración, el esfuerzo de algunos por mantener la unidad familiar, la incapacidad para recuperar la idiosincrasia perdida y el orgullo para soportar en pie los embates del temporal conforman el armazón, forrado de humanidad por las naturales interpretaciones del elenco de actores seleccionado.

Kechiche, tal vez demasiado inmerso en la problemática de sus personajes, recarga el guión con demasiadas explicitudes que al espectador inteligente pueden resultarle de pesada digestión, si bien acercan, hasta el olor, las maneras de vivir de esta colonia desplazada, que encuentra sus señas de identidad alrededor de una buena marmita de cuscús.

A pesar de que las cosas suceden bajo un cielo azulísimo, y un sol que transparenta, los protagonistas parecen andar entre sombras, encaminándose hacia la noche, que se ve venir inquietante y amenazadora.