Para nada somera, ni menor, esta negra comedia de Woody. Por supuesto que el maestro no está para hacer algunas piruetas, con dobles y triples saltos mortales, que realizó con éxito en el pasado. Su estilo es más circunspecto y no alcanza las soluciones ingeniosas y divertidas de otros tiempos. Sus películas se van adaptando a los ritmos de su edad; y, cuando pasas los ochenta años, te das cuenta que las soluciones, cuando llegas a un callejón sin salida, no existen; y no te da la gana hacer un tirabuzón aéreo, caer de pie y fantasear salvando el culo a tus personajes.
Eso no quiere decir, como insinúan algunos, que haya perdido talento. Seguramente lo que querrá expresar con su visión más pesimista de las cosas es que está mayor para alimentar falsas expectativas; que, él no lo dirá, está mas cerca de la sabiduría y que, como diría un antiguo torero español (hay quien dice que lo dijo antes Maurice de Talleyrand): "Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible".

En este caso, el señor Allen, podría haber transformado la irracionalidad del profesor de filosofía, Abe Lucas, en una necesidad salvadora para la humanidad, que hubiera contribuido a mantener el tono humorístico de la propuesta, pero elige el camino de la realidad, que siempre acaba por ser menos glamurosa.

La recuperación física e intelectual de un abatido pensador ante un proyecto, para él, sencillo e inmaculado, que mejorará, aunque sea de forma infinitesimal, la vida en el mundo; acaba topándose con complicaciones que aunque no lo son para el activista, parecen muros insalvables para la mujer que ama. Abe será un elemento válido mientras pueda llevar a la práctica sus incuestionables teorías sobre los individuos que no deberían vivir.