Película hija de los 80, "Juegos de guerra" mantiene una soprendente vigencia. Aunque su estética está algo pasada de moda (ve uno el PC de Matthew Broderick y alucina: es un trasto enorme del año de maricastaña), la idea central tiene ahora más sentido que entonces si cabe.

Si hace 25 años la premisa de un hacker juvenil que se metía ilegalmente en el ordenador de defensa de EEUU sonaba bien pero era algo fantástica, en la era de Internet resulta un concepto de lo más creíble.

Hay una secuela hecha directamente para DVD -que no pienso ver ni loco-, pero este film tiene pinta de ser carne de remake. Y es que la idea de partida -como ya he dicho antes- sigue siendo realmente actual.

Una película agradable que aún entretiene.

¡Ah! Y la conclusión sobre la guerra nuclear a la que llega el film (el único modo de ganar una contienda atómica es no empezarla) es de una lógica aplastante.

Por cierto: esta es mi crítica número 600, amigos. Aleluya.