Aunque esté bien interpretada y sea competente desde un punto de vista técnico (destacan la ambientación y el montaje, premiado justamente con el Goya), el problema de la película está, como siempre en el cine español cuando se acerca al conflicto vasco, en el aspecto ético y moral.

Al igual que 'Días contados', 'La pelota vasca', y demás panfletos pronacionalistas de los últimos tiempos, la cosa nos viene a decir que los etarras hacen mal en matar, en plan "eso no se hace, hombre, niño malo", pero en el fondo molan. Aquí los vemos en plan colegueo y se muestra su camaradería, lo cual provoca la empatía en el espectador desinformado o que no haya vivido en España y desconozca el nivel de maldad e "hijodeperrismo" del que es capaz la asquerosa y repugnante banda asesina ETA. Desgraciadamente, esto sería así en teoría, porque en la práctica, incluso aquellos que viven en España, por lo visto, u olvidan muy facilmente o simplemente comparten la catadura moral de los terroristas.

Por supuesto, para cubrirse las espaldas, aunque queda claro que ETA es una banda asesina, es la policía la que queda presentanda más peyorativamente, con la excusa de que no es la policía actual sino la tardofranquista.

El momento más satisfactorio de la película es cuando un guardia civil (con cara de perro, claro), ordena disparar en un pelotón de fusilamiento contra los pobrecitos etarras que hemos visto en el transcurso de la misma: ¡angelitos!