Segundo largometraje de Lucía Puenzo, y segundo largometraje que se fundamenta en la mezcla entre amor y sexo. Mientras el primero tuvo su punto de inicio en la terrible situación emocional de una persona intersexual, está lo tiene en la complicada y oculta relación amorosa entre una niña bien y su desdichada novia.

La película trata sobre todo de dos temas; el amor incondicional, y tal vez inconsciente, de una joven hacia la empleada del hogar que la hará cambiar por completo su vida, y la madurez de la empleada del hogar debida a todos los abusos que se han cometido sobre ella. Así, la película nos permitirá apreciar el contraste entre la desmesurada inocencia de una niña que actúa por los impusos del corazón, y la madurez de una mujer que trata de disfrutar de cada momento y tiene los pies sobre la tierra.

Tanto en XXY como en ésta, Lucía Puenzo muestra su gran capacidad para mostrarnos los sentimientos humanos a través de las miradas y los gestos. Para ello, se apoya, como en su primer largometraje, en la increíblemente talentosa Inés Efron. En ésta, además, cuenta con una extraordinaria Mariela Vitale que, junto a Inés Efron, conforma la mayor virtud de la cinta: la relación entre ambas amantes.

Sin embargo, la no linealidad de su desarrollo, lo poco realista que resultan partes de la trama, y un guión no excesivamente bien conseguido reducen esta película a "una cualquiera". Mención aparte merece la inclusión con calzador de la historia del niño pez que no sólo no aporta nada en la trama, sino que no termina de entenderse.