Una historia repleta de emotividad, narrada a través de un cuento a la vez aterrador y fascinante, desconsolador y atrayente, cruel y enternecedor, y, tan estremecedor cómo verídico...

Quizá estemos ante la mejor de Spielberg, o al menos, ante su obra más madura, más comprometida. Osadamente rodada en blanco y negro que, con unos ligeros brotes de color, componen una fotografía majestuosa para iluminar un montaje de esos que saben como narrar las buenas películas, las películas con alma, las películas que nos enganchan de principio a fin, que destapan el tarro de nuestras esencias morales, que nos conmueven, nos entretienen, nos cautivan y se adhieren a nuestros recuerdos para siempre...

Cinematográficamente es portentosa, con un guion que sublima aún más la historia, real, que aquí se nos narra; la historia de la lista de Schindler; apellido de un ambicioso y advenedizo empresario alemán, que sabe hacer buenos contactos en la cúpula de las SS, con los que tratará de enriquecerse, gracias a la gratuita mano de obra judía y al capital de que algunos de éstos deben desprenderse. Un hombre que al final se ve comprometido, ante la devastadora realidad, con su conciencia, y confeccionará su lista, que albergará, entre sus márgenes, la frontera entre la vida y la muerte; donde estarán inscritos todos aquellos, más amenazados por esta última, cómo trabajadores esenciales; ya sean mancos, cojos, viejos, niños, músicos o poetas...