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Voto de Plácido Eldel Motocarro:
8
Ciencia ficción. Terror. Fantástico El ejército americano realiza unas pruebas atómicas en un desierto del suroeste de los Estados Unidos. Como resultado de las radiaciones, las hormigas sufren una mutación que las hace crecer hasta alcanzar gigantescas dimensiones. Mientras el gobierno niega la existencia de la amenaza, los insectos mutantes se dirigen hacia las ciudades más cercanas. Un grupo de científicos y militares intentará impedir el desastre. (FILMAFFINITY)
3 de junio de 2021
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Oh ese terror post atómico, post nuclear, de cuando aún no se conocían, en toda su crudeza, los verdaderos efectos secundarios de las bombas de hidrogeno (malformaciones congénitas, enfermedades cancerígenas, etc.) y se especulaba, ingenuamente, sobre si éstas traerían como consecuencia cosas tales como, pollos con tres cabezas, vacas con seis patas, cerdos de cien jamones, o ciempiés de cien arrobas. Pero ¿y…? si esto no lo hiciesen tan ingenuamente, ¿y…? si esto formase parte de un complot para desviar nuestra atención…

Bueno; esas respuestas no las encontrarán en esta reseña donde sólo les quiero comentar las distintas sensaciones que me provocó esta película, “Them!” (¡Ellas!), titulada en España como, “La humanidad en peligro”.

De la primera sensación de la que les hablaré será de la más primaria, de una escalofriante sensación de terror; ésta la obtuve siendo un, crio alrededor de los diez años de edad, y supongo que durante una tarde de sábado con sesión doble en la que entonces era la mejor televisión de España, RTVE; esto era debido, sobre todo, a que no existía ninguna otra y a que el término, “parabólica”, sólo nos remitía a los exámenes de geometría. De esta sobremesa sé que tenía pelo en la cabeza pues recuerdo que éstos se me erizaron con los aterradores sonidos procedentes de la pantalla, con la visión de aquellos monstruos enormes y temibles a los que como el niño que yo era a medias de pueblo, algo de campo, y sobre todo de arrabal conocía ya de un modo natural sin la necesidad de la, por otro lado, excelente lección que nos ofrecen durante la película sobre la compleja sociedad que conforman esos insectos, llamados hormigas. Y recuerdo haberme quedado encantado con los lanzallamas que emplean los protagonistas, con sus “chamuscadoras” bocanadas, jo; nos hacían parecer tan desarmados a los muchachos del barrio con nuestras pequeñas lupas tratando de dirigir los rayos de sol hacia las cabecitas de estos pobres bichitos. Lo cual aún me hizo temer más el argumento de la película que acababa de ver; ¿y si se cumplía su profecía?, ¿y si estos bichos tenían memoria?, ¿y si…? decidían vengarse.

La segunda sensación la hallé ya años más tarde, yo había crecido ya lo suficiente como para tener recién cumplido el servicio militar (la mili, vamos) y el país había evolucionado lo necesario como para poder cambiar de canal en la tele, e incluso para que por las fachadas floreciesen las antenas parabólicas, bien para conectarse vía satélite, bien para que sus propietarios pudiesen presumir de estar a la última. Y en éstas estaba yo, dejando volver a crecer mi melena y practicando el, entonces novísimo deporte del zapping, cuando me encontré de nuevo con esta cinta, y entonces, aunque mi cabeza se repoblaba de cabello, esta vez, se mantuvieron lisos en su lugar, no, esta vez no me asustaron sus aullidos, esta vez vi en los monstruos la falsedad de un muñeco de trapo, fruto, de una edad con una tecnología aún demasiado precaria y de una producción con escaso presupuesto. Pero me pudo la nostalgia, y me pudo el recuerdo de los hormigueros entre los que tan buenos ratos pasé en mi infancia. Y con la ensoñación de la juventud, que abraza toda causa noble, me pareció percibir en ella una profunda crítica a las armas nucleares, en unos años en que todavía se percibía la tensión entre las superpotencias y su guerra fría.

Con ésta; esta historia ya tenía a su favor, por mi parte, dos sensaciones.

Y por último quiero contarles la última sensación que tuve: pasó el tiempo, saltó por los aires la planta de Chernóbil, cayó el muro de Berlín y tres guerras calientes más tarde (las de Afganistán, las dos de Iraq, y todas las de los Balcanes) me hallaba yo en una céntrica esquina madrileña buscando en un puesto callejero una gorra con la que aliviar a mi ya despoblada testa de las caricias del sol cuando en un kiosco de prensa, que tenía a la venta deuvedés de segunda mano, me doy de bruces con una copia de “La humanidad en peligro” al ridículo precio de dos euros; naturalmente no lo dudé ni dos segundos y la adquirí; pero a la que, por falta de tiempo o por conjunción de los astros, aparqué en la estantería donde reposan los discos pendiente de ver. Hasta que un día, no hace más de un mes, me senté para seguir su visionado, y he te aquí; que ya no despertaba a mi añoranza, que ya no pude creer en sus admoniciones apocalípticas pero a cambio hallé una narración coherente y descubrí una intriga bien conducida que me atraía por sí misma.

Y con esto dejo de aburrirles con mis sensaciones, que lamentablemente tan poca ayuda les ofrecen a la hora de decidirse, o no, a ver esta película. Película en la que a los más friquis, o mejor dicho, a los más trekis aún les aguarda una sorpresa; podrán jugar al juego, “¿Dónde está Wally?”, y encontrar al joven Leonard Nimoy (el Señor Spock de Star Trek), si es qué le reconocen, desempeñando un pequeño papel de apenas dos líneas entre el resto de los actores secundarios.
Plácido Eldel Motocarro
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