Después de una primera temporada sobria, sugerente, puro ejercicio de estilo. Mindhunter vuelve a la carga con una segunda temporada que se abandona definitivamente en el lecho de la comercialidad, la inverosimilitud, y las reminiscencias clásicas a los thrillers policíacos de todos los tiempos.

El profesional equipo de "cazacerebros" de la primera entrega, pasa a ser en esta segunda una simpática comandilla formada por Albert Rivera y el Aberroncho, como pareja principal, acompañados de una relamida psicóloga, con aspiraciones bizarras, y un gesto constante de estar oliendo a mierda como principal rasgo interpretativo. El grupo de complementa con el compañero pardillo viva imagen de aquel 'Stan Laurel' de 'Oliver Hardy', y un nuevo e histriónico jefe de departamento (auténtico clon del Dr. Evil de Austin Powers).

Las nuevas tramas que surgen a partir de los personajes son todas forzadas e inverosímiles. La trama principal tres cuartas partes de lo mismo (salvando el hecho real del caso de los niños de Atlanta) Los serial-killers encarcelados pasan a ser directamente superhéroes que nos falicitarán las investigaciones, como en el pasado hacía tan bien el viejo Lecter del siempre inolvidable Jonnathan Demme.

Un giro que conseguirá sin lugar a dudas que la serie se prolongue en el tiempo, y aumente considerablemente las audiencias, en detrimento de los que en su día vieron atisbos de seriedad en el tratamiento de los siempre complicados comportamientos de la mente humana.