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México México · Morelia
Voto de MuereMata:
6
Drama La vida de Jeanne Dielman, una joven viuda con un hijo, sigue un orden inmutable: mientras el muchacho está en la escuela, ella se ocupa de las tareas domésticas por la mañana y ejerce la prostitución por la tarde. (FILMAFFINITY)
14 de agosto de 2013
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo que tan alejado me suelo mantener de las listas de “lo mejor de tal o cual”, últimamente me ha dado por hacerme un asiduo a re-lecturas de listas que puedan abrirme nuevos horizontes. Así es como llegué a ésta película, la cual es el número cien de una lista de las cien grandes obras maestras del cine. No lo recuerdo bien, el caso es que el título es pomposo. Decidí irlas viendo en sentido inverso por metodología, de lo peor a lo mejor. Y aunque muchas ya las conocía, otras no. Basta de introducción.
Lo primero que tengo que decir sobre la película es que leí, antes que nada, otras reseñas; así que sin pedantería excesiva, daré un punto de vista puramente filosófico o que, al menos, pretende serlo. Así tal vez mi crítica pueda aportar algo a futuros cinéfilos. Mi formación académica me permite ver algunos elementos que he extraído más a la fuerza, no se encuentras yuxtapuestos y tal vez ni pensados por la directora.
El primer elemento que tengo que mencionar es la triada, es decir, el hiperrealismo (o realismo exacerbado) nos da planos fijos en tiempo real. ¿Qué significa? Que miramos en la pantalla a una mujer haciendo cosas en tiempo real, en algunas tomas, no en todas; eso es un giro cinematográfico interesante, tomando en cuenta que no es un director zen con el que nos topamos sino con una directora que trata de plasmar el hastío existencial de una mujer común y corriente, ese hastío en el que el tiempo se desprende para hacerse ajeno, objetivo. Es decir, el tiempo en el medidor de nuestro DVD o Laptop, no es el tiempo del personaje porque el personaje a través del hastío ha convertido el tiempo en un elemento externo, lo ha objetivado, o sea, lo ha convertido en objeto. O se puede decir que el tiempo se ha cosificado, así que se puede estudiar como un fenómeno externo al personaje, por eso es que la mujer se queda tanto tiempo quieta, con la mirada aparentemente perdida. Pero dije que hablaría de la triada, esto es, a grandes rasgos, un triángulo semiótico, en donde hay objeto, signo e interpretante. Por ejemplo, cuando la mujer se queda sentada en el sofá mirando un florero, o así lo parece, hay una triada entre la mujer, el florero y nosotros. Es decir, cuando la mujer está mirando el florero, tenemos una imagen mental de mujer-florero, un signo, pero a la vez nosotros formamos parte del objeto para la mujer. Aunque la mujer no nos vea, nos sentimos observados por la mujer e incluso observados por el florero a través de la mujer. Estamos pues en un juego dialéctico invocado por la quietud de la imagen. Hay otra escena similar en la que la mujer saca algo para escribir, escribe poco o nada y guarda la libreta. Se queda mirando a la pared, pero nosotros no podemos ver la pared porque es un cuadro fijo. Sin embargo, es filosóficamente aceptable preguntarnos por el fuera de cuadro, y sabemos que hay vida fuera de lo representado. No podemos decir que se queda viendo la Nada, o si lo decimos, la triada cobra un aspecto siniestro, a saber, que la Nada nos observa a través de la mujer. Por ese darnos cuenta, sin evitarlo, de la nulidad y el vacío, es que nos sentimos incómodos. Siempre tenemos que llenar nuestra vida de movimiento y sentido, cuando nuestra vida pierde movimiento y sentido, es cuando sentimos el malestar del hastío, por ese fuego fatuo de la Nada que se dispara quemando el espíritu.
Hay otro elemento que detecté en la película y es propio más bien de las obras de arte pictóricas. Es decir, la falta de movimiento te empuja a un movimiento mayor, a saber, el movimiento del espíritu. Cuando contemplamos, por ejemplo, a Saturno devorando a su hijo de Goya, no hay movimiento físico, nos quedamos estáticos mirando el cuadro, pero sin embargo el espíritu se vuelve loco junto con la conciencia, es la sentencia de muerte, es el existencialismo hecho lienzo: el tiempo que nos mata, el tiempo que matamos; somos, a la vez, tiempo y asesinos de tiempo, caníbales cronológicos. Pues bien, este movimiento espiritual que es propio de la fotografía y la pintura, lo aplica la directora en la película, sin embargo, no tan bien logrado como los directores zen. Hay poco que abismarse porque estamos ante cosas comunes, entre actos más o menos mecánicos; la mujer parece alienada y a pesar de ser prostituta, es una aburrida maniática de la limpieza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
MuereMata
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