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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Ciencia ficción. Fantástico. Terror Unos microorganismos de un lejano planeta han llegado a la Tierra. Matthew trabaja como funcionario en el departamento de sanidad de la ciudad de San Francisco. Elizabeth, una colaboradora suya por la que siente algo más que admiración profesional, le cuenta que su marido ha experimentado una transformación tal que le resulta irreconocible. Matthew se lo toma a broma, pero ese mismo día observa que también otras personas sienten el ... [+]
26 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se me ocurren muchas otras novelas adaptadas tantas veces a la gran pantalla como “The Body Snatchers”, de Jack Finney. En concreto, cuatro. La cinta que nos ocupa es la segunda de ellas, tras la de Don Siegel, inmediata a la publicación del libro y convertida en obra de culto, pese a su —hoy evidente— retórica propagandística.
Menos conocida, “La invasión de los ultracuerpos” constituye una estupenda película de terror y un ejemplo palmario de lo que podría haber sido el género, de no haberse producido la tonta “spielbergización” —con perdón del palabro— del cine comercial durante la década siguiente: adulto, comprometido, seco y sin concesiones al efectismo fácil.
Goza del encanto añadido de un mundo extinto, casi antediluviano, con los timbrazos de los teléfonos fijos como desgarradora banda sonora. Asimismo, integra su reparto una nómina de actores impropia de un film que tiene tan a gala su condición de serie B. En efecto, Donald Sutherland, Leonard Nimoy y un joven Jeff Goldblum le inyectan una dosis generosa de carisma que no hace sino redondear un conjunto muy digno, facturado con desusado mimo.
Mención aparte merece el estremecedor desenlace. Acostumbrados al “happy ending” heredado del código Hays, la resolución de la angustiosa trama supone una patada en el hígado, incluso para el espectador más cínico. La sorpresa —mayúscula, rayana en el infarto de miocardio— da paso a una sensación de horror moral frente al pesimismo antropológico con que Philip Kaufman y su guionista W. D. Richter nos abofetean sin contemplaciones. Lo dicho: una crudeza impensable en estos tiempos de susceptibilidad a flor de piel. Por otra parte, una crudeza necesaria.
Carorpar
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